miércoles, 21 de enero de 2009

Humildad para aceptar valores

CUANDO vemos las angustias, las malas caras, las intrigas, los gestos, los rumores, los escándalos, los odios, las malas vibras, los ojos de chispa, las muecas que se lanzan los distintos candidatos o “suspirantes”! a los puestos públicos y electorales de los distintos partidos en el poder o disputando el mismo, no tenemos más remedio que recordar y recomendarles lo que analizaba y reflexionaba . WOLFGANG VON GOETHE: “He llegado a la temible conclusión de que yo soy un elemento decisivo. Es mi manera personal de ver las cosas lo que crea el clima, es mi estado de ánimo el que determina el estado del tiempo. Poseo un tremendo poder para hacer la vida miserable o dichosa. Yo puedo ser un instrumento de tortura o un instrumento de inspiración; tengo el poder de humillar o de ensalzar, de lastimar o de curar. En todas las situaciones es mi respuesta la que decide si una crisis se agrava o disminuye, depende de mí que una persona sea humanizada o deshumanizada. Si tratamos a las personas tal cual son, las hacemos peores de lo que son, si las tratamos como debieran de ser, las ayudamos a ser lo que son capaces de llegar a ser”.

Pero los egos y los intereses están por encima de las cosas que en verdad importan, de los valores que debemos de sostener, del respeto que debemos brindar para exigir que se nos respete, de la libertad que debemos otorgar para que se nos acepte nuestra libertad, de los valores que debemos sostener para sostener una tabla de valores que sean importantes y donde los seres humanos no sean tratados como cosas sino como gentes que nos merecen el respeto para su libre albedrío o para sus mejores formas de ser, actuar y controlar su vida o de ver su vida. Que lindo y hermoso sería si a las personas que se atraviesan en nuestra vida, sí, las que sabemos usted y yo quiénes son, intentáramos tratarlas no como lo que son, sino como si ya fueran aquello que son capaces de llegar a ser, seguramente, el mundo, el país, la familia y nosotros seríamos diferentes, más humanos, más libres y más plenos.

Es una verdadera lástima que perdamos esfuerzo, energía, amor, sencillez, humildad, atención, buena fe y muchas otras cosas porque nos desgastamos en esas luchas constantes donde todos queremos ser los ganadores o mantener un coto de poder para sentir que somos algo o tenemos alguna importancia. Hace algunos años, cuando una gente de la política me solicitaba que le diera yo una tarjeta de presentación o le mostrara una credencial para comprobar que era quién decía que era yo, pues la indignación me alcanzó y brutalmente le contesté que no necesitaba de nada de esas tonterías porque si bien no sabía bien a bien quién era yo, estaba en el camino del conocimiento y era lo importante. Desde entonces no creo que sean los títulos, las charolas, las credenciales, las tarjetas, los vehículos, los vestidos, las casas, el espectáculo que montamos, lo que defina quiénes somos en realidad, esas cosas son las que sirven de máscaras para ocultar nuestros verdaderos rostros y es por ello que toda esa parafernalia es la que usan los políticos y los mentirosos, los burladores, los enfermos, los egocentristas para ocultar su verdadero rostro, son sus maquillajes que esconden su poco espíritu, valor y convicciones con la esperanza de que, en esas máscaras, no se les descubra y por tanto piensen que son algo o alguien que en verdad no son, por ello, viven en la irrealidad y por eso, navegan en la mentira…

Curiosamente en los procesos políticos en vez de que afloren las mejores cosas, salen todas las mierdas a relucir, salen los odios, las ambiciones, los conflictos, las deformaciones, pocos son los que tienen un discurso constructivo, propositito, positivo, al contrario, buscan las debilidades, las fallas de los demás como si pudieran crecer en su enanismo cuando cortan las piernas de sus contrincantes. No son pocos pues los que se tropiezan con sus propias lenguas, por esa razón los viejos, los sabios, los experimentados señalan que uno debe tener mucho, pero mucho cuidado con lo que dice, con lo que habla, es mejor pensar varias veces algo antes de arrepentirse por toda la vida por algo que se ha dicho y lastima, destruye o hiere. En este sentido cree, cuando menos que Obama ha demostrado tener esa humildad y decencia que todos reclamamos y que deja a un lado y atrás la prepotencia, la intolerancia y la soberbia del racista y dictadorzuelo de Bush que en vez de generar paz y buenas relaciones en el mundo se dicho a buscar pleitos que solo han dejado odios, muertes, dolores, heridas, resentimientos y provocan divisiones en todo el mundo solamente para justificar las provocaciones que le dieron paso a sus ambiciones militaristas y destructivas en ese empeño para controlar las riquezas de otros países y doblegar a sus gentes y gobiernos como cualquier aspirante a dictador que sigue los pasos de Hitler y sus sueños y malas madres de grandeza y de totalitarismo.

Obama ha dicho que Estados Unidos, el Estados Unidos que él ve, que él sueña, que él respeta es el de un país que quiere respetar a los demás países y terminar con las guerras y la destrucción. Quiere terminar con la soberbia de los poderosos, con las ambiciones sin límite de los radicales, con los odios racistas de muchos que no han entendido que todos somos iguales ante los hombres y ante el creador, que quiere generar confianza y dejar a un lado el temor y el terror, los resentimientos, los odios, la desesperación, la desconfianza para poder avanzar con mayor confianza, con mayor credibilidad, con mayor fe, con mejor emoción y con la conciencia de que debemos ser solidarios para que podamos confiar los unos en los otros. Valores no promesas es lo que ofrece cuando menos en su discurso inicial como presidente y a pesar de que todos tememos que sea víctima de un atentado por parte de los racistas e intolerantes, él ha sabido mostrar la confianza en sí mismo y la confianza que brinda el saber que todo puede suceder, pero que hay que enfrentar todos los retos uno a uno para que no sean los que funcionen como candados en nuestra vida y los que nos encierren en la soledad y la frustración, en la ambición y terminen sus días como han terminado tantos y tantos políticos que al final de sus días solo destilan odio y resentimiento, soledad, vacío, lamentándose de lo poco que dejan de huella en la vida, su vida, porque nadie los respeta, los quiere, los ama o les reconoce sus esfuerzos porque todos saben que utilizaron el poder no para servir sino para servirse, para enriquecerse, para doblegar e imponer, para desunir, para destruir, en vez de construir y fortalecer los lazos y las cosas para el bien de los demás.

Es verdad que los que escribimos con buena fe no siempre atinamos a decir bien a bien lo que sería mejor para todos, pero lo intentamos y en ese camino dejamos nuestro esfuerzo, la razón de vida, la intención de ser, la visión del mundo y es por esas y otras razones que pensamos que sería bueno que los políticos reflexionaran y nos nos envolvieran en sus intrigas y sus ambiciones personales sino que realizaran las propuestas que honestamente, sin rencores y sin odios nos pueden unir en los esfuerzo para sostener un mejor modo de vida en el presente que sea válido en un futuro.

Ojala los políticos entendieran que la política es para servir y no para servirse, es para construir y no para destruir y dentro de este esquema podamos realizar los cambios o cuando menos sostener lo que tenemos.

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