domingo, 4 de enero de 2009

Experiencia de vida, olvidemos el pasado

Muchos son los recuentos de las cosas buenas y de las malas durante el año pasado, muchas las malas palabras, los pensamientos egoístas y malévolos o perversos en contra de quienes consideramos como enemigos, malos amigos, traidores, mentirosos o simplemente, molestos. Males de pensamiento palabra obra y omisión son enormes cuando nos ponemos a reflexionar sobre lo que queríamos hacer y no se hizo o lo que queríamos lograr y no logramos y para ello, culpamos a los que nada tienen que ver en el cuento, porque la verdad de las cosas, lo que jamás queremos ver, es que obras o derrotas son, simple y llanamente, productos de nosotros mismos.

Normalmente, cuando inicia un año nuevo pensamos en las cosas que queremos hacer, las que debemos hacer y las que nos harían felices haciéndose realidad y en todos lados, con ese espíritu competitivo y no solidario que nos han legado, vemos que tenemos que luchar en contra de otros para hacer lo que queremos y convertirnos en lo que deseamos, así, más inquietantes son las famosas “batallas” que sostenemos con las gentes que están a nuestro lado o en contra de nuestro lado. Total, tal pareciera que si uno quiere o desea algo, tiene que estar dispuesto y en condiciones de luchar por eso y, en tales condiciones, no vemos las cosas como son, sino como las emociones nos las colorean, así no juzgamos a la gente por sus actos sino por lo que pretendemos ver en ellos o por lo que la gente diga de sí misma, porque dirá lo que sea con tal de acomodarse en los asuntos que interesan o les interesan. En verdad, debemos juzgar a los demás por lo hechos, los actos no mienten porque, finalmente, la culpa de nuestros fracasos es culpa de nuestras estrategias aplicadas y no por las “trampas” de los demás. Así, somos responsables de lo bueno y lo malo en nuestras vidas.

Normalmente, queremos que en nuestro éxito o en el desarrollo de nuestra profesión o de la vida, nos apoyen otros, pero olvidamos en esto que cada uno tiene sus propios intereses y sus propias capacidades, por ello lo mejor es depender de nuestras propias armas, no estar pensando en que debemos acumular riquezas, tener apoyos con aliados, establecer mejores reglas en la utilización de las tecnologías y demás, todo esto que es material, se puede esfumar, podemos perder las riquezas, ser traicionados por los aliados o estar en difíciles condiciones donde la tecnología no sirva o no se pueda utilizar y, entonces, estamos solos y si no tenemos conciencia de nuestras capacidades y de la fuerza interna que llevamos como un gran don de vida, pues nos quedamos paralizados y no avanzamos y, lo que no avanza, se muere, esa es algo de una realidad que nos lleva a la verdad.

Así, cuando vemos lo que hacemos, nos podemos dar cuenta de que nos enredamos mucho en nuestros propios conflictos y no podemos pensar en cómo lograr lo que deseamos o queremos y, nos olvidamos, del momento presente. Olvidamos los objetivos de largo plazo y por ello, no sabemos cuándo avanzar y cuándo retirarnos. Olvidamos que la mayor batalla que debemos dar es la batalla contra nosotros mismos, luchando contra nuestras debilidades, las emociones, la carencia de resolución, ponernos a prueba, mejorar nuestras habilidades, aumentar nuestro valor, adquirir mayor experiencia y, por tanto, seguridad en nosotros mismos.

Nuestra mente es un buen punto de partida ya que es la que nos agobia con la emoción, nos hace anclar en el pasado para no ver el presente y no vemos al mundo en la realidad y con claridad, así, para avanzar, para no quedarnos anclados en el pasado y en las angustias de lo que no podemos transformar en el presente, debemos tomar conciencia de las debilidades y los trastornos que nos aquejan mentalmente y que embotan nuestras facultades, tenemos que declararnos la guerra interior para avanzar; debemos librar una continua batalla con nuestros enemigos internos. Los verdaderos obstáculos no son los ríos ni las montañas, ni las demás personas, el verdadero obstáculo está dentro de uno y si no podemos distinguirlo, solamente debemos culparnos a nosotros mismos. Nadie puede ser imparcial. Solamente basta una emoción para que podamos ver que hay algo que se mueve bajo la superficie y, la única forma o manera que existe para salir de una dinámica negativa es hacerle frente, por ello, siempre, debemos recordar que: “ser atacado es signo de que eres suficientemente importante para ser un objetivo. Deberías disfrutar de esa atención y de la oportunidad de ponerte a prueba. Todos tenemos impulsos agresivos que se nos obliga a reprimir, un enemigo te ofrece una salida para esos instintos. Al menos tienes a alguien en quien descargar tu agresión, sin sentirte culpable… no bajes la guardia ni confíes tu adversario a otra persona. Tú eres la última línea de tu propia defensa…”. Pero tampoco olvides que, lo que deseamos, es claridad y no paranoia, porque la ruina y la destrucción de muchos tiranos es que han visto a un enemigo en todos y esto es lo que les pasa a los gobernantes cuando utilizan mal sus fines y sus medios… o, cuando uno mismo desconfía de todos porque creemos que no hay nada ni nadie que valga o sea digno de confianza.

Así creo que lo más que nos destruye y crea desgracias es el pasado, por ello lo debemos dejar a un lado, enterrarlo, destruirlo, olvidarlo. No vemos la importancia del desapego y por esa razón repetimos las cosas y recordamos las victorias o las derrotas y nos anclamos en ese pasado y no vemos las cosas del presente. Estar en el pasado, de una u otra forma, es estar en la comodidad y la seguridad y no se corren riesgos. No hay duda de que lo que incapacita a los gobiernos y a las gentes es la incapacidad para enfrentar la realidad, de ver las cosas tal cual son. Es como envejecer, cuando nos aferramos más al pasado, nos va venciendo la costumbre, nos enconchamos, nos volvemos dogmáticos, reemplazando la creatividad por la repetición y así, convertimos nuestra mente, en obsoleta. Debemos soltar el pasado y abrir los ojos al presente.. puede sernos valioso el análisis de lo que marchó mal en el pasado, pero seguramente, es más importante tener la capacidad para desarrollar nuestro pensamiento en el presente. NO PERDAMOS EL TIEMPO EN LAS COSAS QUE NO PODEMOS CAMBIAR O EN LAS QUE NO PODEMOS INFLUIR. HAY QUE SEGUIR ADELANTE.

No crean ustedes que son simples reflexiones, son realidades de una experiencia de vida. Hace algunos años, me empantané en el pasado, quería entender las razones por las que no pudimos seguir adelante sin entender que estábamos enfrentándonos, como simples jovenzuelos, sin experiencia, sin objetivos futuros, sin conocimiento, sin ideología firme y sin programa claro, contra un gobierno de bandidos, de pillos, de mentirosos, de traidores, de bándalos, de asesinos, de explotadores, de viejos mañosos y experimentados que defendían sus intereses y luchaban al costo que fuera por alcanzar el poder que, se le fugaba de las manos, al ex presidente Díaz Ordaz y, cuando estábamos en la cárcel, todos contra todos, todos pretendiendo culpar a otros y no ver nuestras propias deficiencias y aceptar la realidad, nos destrozamos y así, en esa vorágine me empantané, hasta que entendí que solamente cambiamos la realidad cuando la conocemos y la dominamos, cuando nos dominamos a nosotros mismos, cuando estamos seguros de lo que somos y lo que queremos y, cuando adquirí la conciencia de la realidad, empecé a sentirme libre y al sentirme libre, logré enterrar ese pasado que nos ha anclado y nos mantiene a muchos, en el dogmatismo y en la barbarie de lo caduco.

Así que cuando trato de explicar esa experiencia, recorro ese largo trayecto de las cosas viejas y me digo que, para avanzar, debemos crear todos los días y sorprendernos con algo nuevo, porque la vida no es costumbre tradicional, sino cambio permanente, salvo en cosas como los afectos y el amor, claro, todos cambiando a un ritmo que significa que estamos vivos. Lo que se estanca, se muere…
¡

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