lunes, 16 de mayo de 2016

Santa Claus

DICE UNA ENCUESTA QUE EL 90% DE LOS NIÑOS CONOCEN LA IDENTIDAD DE Santa Claus y de los reyes magos
         EL Centro de la Ciudad de México es el centro de todo, del poder político, del económico, del religioso, del comercio formal e informal, de las conspiraciones y de las traiciones, como el comercio es una acto de compra y de venta se dejan a un lado todas las especulaciones, los dimes, los diretes, lo que importa es qué es y qué ganas; en todas las calles, en todas las vecindades y los edificios se ven los actos de compra y de venta, las prostis también hacen su acto de presencia, de día o de noche, lo hacen cuando necesitan dinero no porque les guste su talacha, las cantinas y los bares y los comederos también jalan a todas horas, se ven los cargadores, los mecapaleros, los que van cantando y los que pregonan sus productos, los que torean a los inspectores de mercados y cargan sus mercancías “toreando” a los inspectores antes de que se las jodan los agentes, así que cada caminar de casa a la escuela o a cualquier sitio era aprender a comprar y a vender, “vivo vivo, porque el que se apendeja se queda en la loma… solamente chiflando”.
         No es lo mismo de chiquillo acompañar a tu mamá al mercado que ir caminando solo por las calles; Regina es donde venden los calcetines y los pañuelos, los calzoncillos, las medias de seda, de vez en cuando vez tiendas de juguetes, comienza la era del plástico y salen cientos de modelos, carros, muñecas, pistolas, pero también hay bicicletas y triciclos. De niño, soñaba con un triciclo, creía que me daría libertad de movimiento, me podría largar a donde quisiera, ir a la Alameda, llegar hasta Chapultepec, o cuando menos pedalear hasta la Plaza de Santo Domingo. Por la calle de Argentina se veían las tiendas de trajes, de sastres, de modas, también soñaba uno en tener ropa, cuando uno solamente estrena la que le deja el mayor, pues sueña uno en algo nuevo… hay, pero el triciclo, era mi pasión… ya se acercaba la Navidad y con ella las posadas, las piñatas, los cantos, los ponches, los bailes, pero me latía el corazón al pensar de que a los Reyes Magos les pediría un triciclo, eso, solamente eso, para que no se fijaran en otras cosas. Escribiría que me porté bien, que estudiaba, que ayudaba y que no sé qué más… lo importante era el triciclo. Un chamaco payaso al que sus padres consentían mucho hablaba de que le traerían una triciclo y una bicicleta de esas de rueditas, carros, soldados, luchadores, pistolas, todos sabíamos que era berrinchudo y… lo veía yo, diciendo: “pobrecito, no sabe que los Santos Reyes saben lo que es y no le traerán nada”… así que el día seis, antes de que me despertaran desperté y corrí a donde estaba mi zapato, lo volaba, estaba lustroso, y bueno… estaba un pequeño triciclo de plástico de color azul con rosa a un lado de una pistola que tronaba papel… en la madre, pensé que era una prueba y salí a una de las macetas que estaban en las ventanas y enterré el triciclito de plástico, pensando en que un buen día crecería a un real triciclo para salir volando en él… el chamaco, tuvo el triciclo y la bice, los muñecos, los carros, los luchadores, los soldados, las pistolas y es lógico que yo, por vez primera, le mentaba la madre a los Santos Reyes… y dejé de creer.
         Años después le pedía a mi papá que me prestara dinero cerca de noviembre para que pudiera comprar juguetes en Regina y El Salvador o en la Merced, al mayoreo, para que lo fuera a vender a las calles de Comonfort, cerca del mercado de la Lagunilla donde dejaban poner los puestos de juguetes para las fiestas de Navidad y de Reyes, ahí, en un pedacito de calle, ponía mis triques, los juguetes, con buen gusto, el gusto de un niño que le gustaba a otros niños y vendía, vendía bien, de tal suerte que el día 24 de Diciembre no llegué a la acostada del niño Dios en la casa, llegue después de las doce, como a la una, vendí casi todos los juguetes, ahí sentí que en verdad lo que era el regalo de reyes y navidad era también un acto de compra y de venta, un acto de prostitución… y se terminó la nostalgia del triciclito, quedó enterrado en los suspiros y la realidad. Eso me brindó más dinero y pude comprar muchos más juguetes para la venta, la gran venta de Reyes, del cinco en la noche hasta la madrugada del seis y acabé hasta con los juguetes dañados y así, pude ir a la esquine de Perú con Argentina donde existía una hermosa tienda de ropa y me compré una bella, muy bella chamarra de dos vistas, azul por un lado y de cuadros grises con azul del otro, era como hacer magia, tener dos chamarras al mismo tiempo, una verdadera chamarra fina de lana…compré algo para mamá y para papá y le pagué el préstamo. Después, me metí al baño, un baño de boiler de leña, un pequeño bañito y lloré recordando el triciclito y renegando de mi suerte, pero, entendiendo que mis papás me cumplieron, pero no les dio para más. Se terminaba la inocencia. Lo que hace un acto de compra y de venta, lo que hace una chamarra de dos vistas, fina, lo que hace el tiempo en el corazón. Claro que las lágrimas siempre han limpiado algo de muy dentro y como que son el riego que le hace a uno crecer, es el agua bendita, la lágrima de dentro, del corazón…Hoy, escribiendo esto, también lloro, me salen las lágrimas, se me cierra la garganta, me acuerdo más y lloro, sin aparente razón, pero hay días en que se necesita regar el campo de la vida, que crezcan las emociones y las pasiones, los dolores, las alegrías, de las cosas y los actos que jamás se olvidan. Que bueno que el corazón se expande y uno suspira y llora, que bueno que sabemos sacar las nubes oscuras que nublan la vista y regamos el campo de nuestra vida y, todo, por un pinche triciclito. Por un triciclito enterrado que jamás creció….¿y la maceta? …pues, tizno a su madre…

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