lunes, 16 de mayo de 2016

El camino correcto

“MANDAR A LA CHINGADA NO ES UN INULTO, ES SÓLO UNA MANERA DE AYUDAR A CIERTA GENTE A ENCONTRAR EL CAMINO CORRECTO”. María Félix,
“Hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos” Pablo Neruda.
“Si pierdes el tiempo lanzando piedras a todos los perros que ladran, no llegarás a tu destino”. Churchill
         En nuestra generación, en la inmensa mayoría, tuvimos padres extraordinarios, madres heroicas, valientes, serenas, rígidas, atentas, ahorrativas, solidarias con el viejo, si tenían que contribuir a mejorar la economía se ponían a trabajar en casa para estar cuidando a los escuincles y exigirles que hicieran la tarea y no dieran tanta lata. A sus horas se comía lo que tenían en ese momento. Que no te gusta… te lo comes, si aquí no es restaurant. Que ve por tal o cual cosa al mercado o a la tienda, no importa que dejaras de jugar porque si no lo hacías a la primera, a la segunda, con seguridad, venía el regaño o el castigo… no teníamos mucho chance de hacernos tontos ni de estar alegando que violaban los derechos de los niños y que al tiempo deberíamos estar en terapia por los golpes o por los regaños. Sabíamos que esto era así en la vida y jamás nos traumaron.
         Recuerdo mucho a mi madre Clementina sentada en su máquina de coser y nosotros abajo, cerca de sus pies que pedaleaban para hacer su trabajo, estudiando las tablas de multiplicar y repitiéndolas cada vez, en diferentes formas. Nos llevaba a la escuela temprano, después de que mi padre, antes, nos hacía el desayuno y nos obligaba a comer alegando que si llegábamos con el estómago vació no aprenderíamos y que nos mandaban a aprender no a estar de tontos. Al llegar a la escuela platicaba con los maestros y se enteraba de qué tan bien o mal andábamos y ahí estaba todo el asunto de que no te podías hacer tontuelo ni hacerle al vivo. Cuando llegamos a Lecumberri por los sucesos del 68, con su mal, paralizada de medio cuerpo, todos los días llegaba arrastrando el pie izquierdo y con una bolsa de comida… cómo la recuerdo y cómo me duele. Al igual que me duele la cara de mi padre Homero, con esa tristeza reflejada en sus ojos por las condiciones en las que estábamos, así eran los domingos. Y bueno, también veíamos a otros a los que enviaban paquetes comprados con fondos públicos y alegaban que ellos eran los “revolucionarios” a pesar de que, con la izquierda golpeaban y con la derecha cobraban. Así es la política y por eso… hay que abrir los ojos, no la piel.
         Así recordamos la solidaridad y la bondad de la mamá de Marco Antonio Trovamala. Jamás se quejó de que llegáramos a su casa en los “tiempos de guerra” y sacaba de no sé dónde los tacos, las tortas, los guisos y siempre con su cigarrillo en los labios y resolviendo crucigramas. Marco Antonio Trovamala, un gran ser humano, un extraordinario y solidario amigo y hermano, siempre, también, con el cigarrillo puesto en una pitillera, alegando que con los filtros no le hacían daño los muchos cigarrillos que diariamente fumaba. Siempre de cara seria y quejosa, pero de noble y gran corazón,  preocupado por todo, se quejaba de todo, don angustías hasta del tiempo o del café o de la mesera o de lo que escribía tal o cual  intelectual. Dejó la economía muy a tiempo para no estar ni embarrado ni jodido y se dedicó a lo suyo, a lo que en verdad le gustaba: la pintura y creo cosas increíbles; al principio, como Toledo, todo giraba en torno del sexo y después fue encontrando la vocación y la ruta y en verdad sorprendía como su talento se manifestaba en sus cosas. Pintó muchos muros de calles, era como la extensión de las bardas donde solíamos pintar las consignas del movimiento estudiantil, deterioradas, las que se asomaban en su realidad en las zonas jodidas de donde estábamos, solamente puedes ver las entrañas de las casas en sus costras y heridas en las zonas jodidas, en las ricas todo es tan limpio y tan bien que ni siquiera hay rastros de que ahí vivan seres humanos normales…tengo la fortuna de tener algunas obras, unas me las regaló con su bondad y cariño y otras las compré a plazos de veinte y treinta vueltas, de poco a poco, ahí están, para recordármelo todos los días, como él llegaba diariamente a Lecumberri para ver qué se nos ocurría o para ver qué necesitamos; ya hablaremos de los otros como el “Lobo”, otro ser humano de historia y de grandes recuerdos. Trovamala era algo especial, después, en el tiempo, encontró algo de respiro a sus obras y a su genio en la comprensión de los “intelectuales” de la UNAM, es más, para vergüenza de los politécnicos, tuvo grandes presentaciones en los espacios universitarios que en los nuestros, así de mentecatos y cortos de ideas y de principios somos. En el Muso de arte moderno también, hasta ahí llegó y se fue consagrando, entendiendo que no era la fama el motivo de su arte sino la creatividad, lo nuevo… dejo el vicio de muchos, de la exhibición, para dedicarse a la creación, y ahí están muchas obras en manos de algún miembro de su familia a la espera de algo más que muestre su esencia y su vida. Muchos de nosotros, sus amigos y hermanos, lo llevamos en el corazón, ahí es donde deben estar los grandes afectos y los grandes recuerdos. Lo lloramos y extrañamos mucho, la última vez que lo vi lo vi disminuido en el hospital de Nutrición, disminuido, luchando como todos por sobrevivir, haciendo lo que deberíamos hacer todos: guardar silencio ante lo inevitable, llorar sin mostrar lágrimas y sonreír ante los que llegan a darnos la última palabra y la última palmada… en verdad, no saben muchos lo que se extraña a los amigos que se van… pero así es la vida y ni hablar. Pero ahí está, en cada cuadro, él trascendió en la vida… resucitó en sus colores y formas, Marco Antonio Trovamala…

No hay comentarios: