lunes, 16 de mayo de 2016

El recuerdo

“PUEDES DECIR QUE ESTOY SOÑANDO, PERO NO SOY EL ÚNICO. ESPERO QUE ALGÚN DÍA TE NOS UNAS Y EL MUNDO VIVIRÁ COMO UNO” Hohn Lennon.
Se feliz a tu manera. Porque la felicidad no es lo que dicen los demás, sino lo que a ti te hace feliz. Anónimo.
         No sé si les ha sucedido, siempre hay algún cuate que de pronto le sale o lo Savonarola o lo protector y llega y te dice: ¡Estás loco! ¿Que no te das cuenta de que cuando uno empieza a recordar cosas del pasado está uno chocheando? ¿Para qué te pones a contar cosas que solamente son tuyas, parte de ti, de los que quieres? ¿Por qué no te pones a hacer nuevos libros con las teorías que faltan?... y bueno, chingue y chinga sobre el tema, dando razones, explicaciones, buscando argumentos y  lo dejo hablando como loquito, me voy, no le hago el menor caso, me importa un bledo. Cada uno escribe lo que quiere, como quiere y porque quiere, cada uno tiene el derecho a cometer las pendejadas más grandes del mundo, es un derecho y a lo mejor la puerta para encontrar las respuestas y la verdad.
         Cada vez que llegábamos a la casa de la abuela Rosalía se recibía un aroma de comida y de tejidos. La abuela tejía todo el día con un gancho y hacía colchas y tiras y tiras con flores y rombos o figuras, y después, las unía, hacía carpetas, largos lienzos para poner en los muebles, cocía unas cosas especiales para mantener las tortillas calientitas. En el patio de atrás, estaban colgados las jaulas de los pájaros que cantaban todo el día, los petirrojos, las calandrias, los canarios, cuando les limpiaba les ponía un periódico en la base y revolvía plátano macho con moscos, y ellos, como si supieran le brindaban las notas más dulces. Cuando tenía pan ponía unas migajas y siempre les hablaba, también les hablaba a las plantas y en el pozo de atrás, tenía sembrado en sus paredes una hierba olorosa que sabía deliciosa para los tamales: “con el que hacían la Shala”. La cocina tenía una forma para cocinar con leña y el humo subía hasta un tapanco donde ponía naranjas que duraban mucho tiempo y tomaban un delicioso sabor dulce con un toque de no sé qué. Ahí estaba puesto en un tronco un molino de carne o de maíz, en él, cuando estábamos, nos ponía a moler los chiles y la carne de puerco y de res con las que hacía los chorizos… en la madre, que ricos chorizos, deliciosos. Llegaban los vecinos y le gritaban : Má Rosa, me vender unos dos kilos de chorizo? En tiempo de vacaciones se ponía la cosa dura, había que trabajar más, tenía muchos pedidos y parecía jamás cansarse del trajín. Cuando llegaba mi papá, era su adoración, sabía que lo domaba y lo quería mucho dándole lo que le gustaba: el caldo loco, los tamales de Shala, las gorditas de alverjón, el mole, el huevo con chorizo, el pan con café con leche, la bronca, sacaba la nata y la separaba en un pan y lo servía, mi padre gozaba, no había cosa que lo hiciera más feliz que comer, era una forma de relacionarse con los demás o a lo mejor, no quería sufrir el hambre…conoce usted la flor del colorín?, pues le dicen pemuche, es una vainita roja y se le saca el pistilo y se pone a hervir, se come con huevo y es algo especial. En fin la carne seca de la huasteca, el zacahuile y el pan que hacía mi tío Juan, en el horno de leña, uno en especial: la fruta de horno y el relleno de queso. Las hojarascas, una exquisitez, las paguas, que es como un gran aguacate de cáscara dura, de un sabor fino, la partía a la mitad y la revolvía dentro de la cáscara poniéndole salsa de molcajete picosa con queso y eso lo ponía a los tacos de tortillas recién hechas.
         El patio de atrás estaba sembrado de naranjos, muchos naranjos, y al final, unos árboles grandes por donde subíamos y yo soñaba con estar en un barco en el mar, peleaba, cortando unas ramas para que se hicieran las espadas, horas ahí. En la vecindad no veíamos lo verde, cuando llegábamos a la casa de la abuela todo era verde y eso me encantaba, era el soñar y el vivir cada instante, ahora, también me encanta ver lo verde, las flores, los pájaros, el canto de los gallos, el roce de los gatos, el ladrar de los perros. Si soñar y vivir lo soñado es lo que hace las cosas sanas y suaves en la vida, es lo que nutren los recuerdos.
         Parece que no, pero sí. Los niños también tienen tristezas, angustias, soledades, sueños, frustraciones, solamente dejan los resentimientos y las venganzas, a un lado, eso es lo que jode a los adultos, sus miedos eternos y sus odios permanentes. Al lado de la casa de má Rosa, hay otra casa de dos viejos, que hacen frutas en almíbar, solamente ruegan, cuando uno va, que tengamos cuidado para no testerear los trastos de cobre y derramar la miel caliente, sacan los limones rellenos de coco, las cocadas, las cáscaras de naranja que les regala mi abuela, las de tuna, los mangos, a mí me sorprende porque aunque quiero pagar, no me cobran, me dan palmaditas en los cachetes y me dicen que después… me voy con los dulces y me los meto todos, no digo nada, ni invito…
En casa de má Rosa solamente se escuchan los suspiros, no se habla de nada de lo pasado en frente de los críos ¿por qué razón? no sé, hay como una disputa entre los hermanos, mi Tío Antonio , Juan o Claudio y Homero mi padre como que buscan que el cariño de má Rosa, sea solamente de ellos, y ella, pues se deja querer, les deja soñar con que son los únicos, total, de los sueños nadie muere, pero solo de los suspiros y de los recuerdos se van enjutando poco a poco los cuerpos ya que el alma se fue, los viejos, no tienen regreso ni piensan en el mañana, solo recuerdan lo pasado…. y lloran sin entender por qué. Bueno, a lo mejor porque está sola… sin más que sus suspiros y sus llantos, cada vez que teje con el gancho…como que teje los recuerdos y los amarra para siempre. Y limpia el recuerdo con su llanto…EL RECUERDO PARA SER BUENO DEBE SER CLARO.

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