lunes, 16 de mayo de 2016

Mi madre

“NO ENTIENDES REALMENTE ALGO A MENOS QUE SEAS CAPAZ DE EXPLICÁRSELO A TU ABUELA…LA MENTE QUE SE BRE A UNA IDEA NUEVA JAMÁSVUELVE A SU TAMAÑO ORIGINAL” Albert Einstein
         Creo que los recuerdos cuando se van sacando del fondo de donde estén son como las ideas de Einstein, donde todo es relativo, tengo 72 años y veo nuevamente a mi madre, Clementina, haciendo en el horno de la cocina los trozos de pan que servirán para mi pastel de seis años, el olor es delicioso, comienza a batir la crema con la que lo recubre, es sabrosa, sabe a bueno, a un dulce fino, no cualquier dulce; me pide que le diga que quiero de adorno y le digo que unos conejos y hace una variedad de conejos en unos moldes de una pasta especial, les pone limón, recuerdo, entre las claras de huevo y el azúcar, los tintes que van dando color a cada cosa, al merengue, sí es como un merengue, a mí me gustan los merengues, sobre todo cuando los gano al merenguero en un volado, son rosas, dulces, suaves como un beso, se deshacen en la boca.¿ por qué no se pierden los sabores al paso de los años?, como dice Einstein, todo es relativo, por eso la relatividad. Hoy le dicen teoría cuántica, solamente lo pensamos y lo creamos, está en un sitio y en el otro, así son los recuerdos: cuánticos, no se van, no desaparecen. “La materia no se destruye solamente se transforma”, es la base de todo, aún de las conciencias en lucha al paso de los años.
AHÍ ESTÁ, es un lindo pastel, yo lo quiero todo para mí, no quiero darle a nadie, lo hizo mi madre. Cuando vi aquella película donde López Tarso se come el guajolote solo y se muere, entendí la razón del por qué no quería dar ni compartir mi pastel, y bueno, mi madre, entre querendona y comerciante, invitaba a muchas vecinas y a sus hijos a ver el pastel y a cantar las mañanitas a Mayo, así me decían de chico. Había refrescos y algunos llegaban con algún pequeño regalo que dejaba a un lado, me importaba el pastel, era mi pastel. Las vecinas preguntaba en cuánto podía hacer los pasteles, eran de pan de huevo, no pintado como en las panaderías, era mejor y mucho más sano. Ella, calculaba y daba precios más o menos y de los adornos, también, a muchos, no sé por qué les gustan los conejos y llamaban la atención y llegó el momento trágico, la partida del pastel. No quería, lloraba porque partían mi pastel y lo repartían. ¿Para quién es ese pedazote de pastel? para ti mi amor: “¿Tan chiquito?”, pues sí, se chingo mi pastel, me sentí muy triste, no entendía el que se repartiera si me habían dicho que era MI PASTEL, y mi pastel, es mi pastel, no se reparte…
Mi madre inyectaba, cosía ropa, hacía muñecas de trapo, las pintaba, cocinaba sabroso, hacía pasteles y con todo eso, ingresaba un poco más de dinero. Así que si la veía haciendo una muñeca de trapo para regalar a alguna prima, ya sabía que al mismo tiempo servía para promocionar el producto. Ya lo dije, vivíamos en el Centro donde todo se compra y se vende, es la Plaza Mayor. Sí. Tengo un recuerdo del pastel, de los datos, de la reunión, del sabor, del proceso, pero tengo un mal recuerdo del pastel y del cumpleaños, mis seis años, donde mi pastel fuera repartido. Entendí que nada es de uno, no se puede, uno llega sin nada, lo vi cuando me explicaron un nacimiento y lo vi cuando se enterraba a un muerto, en una caja de madera, oliendo a pino, sin más, poco vestido y sin nada más, “se lo comerían los gusanos”. Los muertos no lloran ni reclaman, no piden, los demás, los lloran.
Un buen día, mi madre me arrastró a la terminal de los camiones a Pachuca y después a los camiones a Zacualtipán, llegamos a la casa del tío Jorge, un maestro, el hermano mayor de mi madre, jamás se casó, cuando muere mi abuelo, quedan él y las cinco hermanas,  y como es el hombre de la casa, pues, no se casa… llegamos al otro día a la casa de mi tía Enriqueta, chapeada, tenía una fábrica de refrescos que ella embotellaba y vendía, era como asistir a la magia y al espectáculo, ver salir el agua, meterle el gas, saborizarlo, mucho gas, a los de la región les gusta que tenga mucho gas el refresco para que no se confunda con el agua de sabor. Mi madre la abrazaba y lloraban, yo estaba en el primer escalón de la casa, tenía una bardilla de palo pintada de verde, en el piso de cantera blanca estaba metido un casquillo de calibre 22 y quería sacarlo… de pronto, la tía camina a su cocina, me trae un taco de queso, de queso fresco en una tortilla recién hecha, me da un beso, me dice que espere que llegarán las niñas, sus niñas, trae los ojos rojos de llorar y el cigarrillo prendido en la boca, es ahora, viuda, le mataron a su hombre, a su esposo, al padre de sus hijas y bueno, el único patrimonio  es la fabriquita de refrescos y la máquina de coser… al poco tiempo se muda a vivir con el Tío Jorge, en su patio de flores, con sus árboles de manzana jugosa y de pera. Ahí, en un cuarto pone su maquinaria y en las tinas lava las botellas para envasar los refrescos. Mi tío sale sigilosamente los domingos muy temprano a poner un puesto de muchas cositas que compra de vez en cuando, cada vez que viene al DF, espejitos, peines, paliacates, botones, agujas, hilos, navajas, listones, listones para el pelo. Como es maestro lo conocen muchos lugareños que bajan al mercado, de nuestros pueblos indios, van con respeto y preguntan y compran y él vende… ahora, voy entendiendo de que la vida es compartir y que nada es de uno, que uno llega y se va, que uno compra y vende, que uno vive y muere… no se entiende mucho, pero es así. Solamente queda la imagen de mi pastel repartido, su sabor, el mecanismo, la vendimia, el dolor, la tragedia, la solidaridad, la hermandad en las buenas y más en las malas… por eso, a veces, cuando me recuerdo, lloro… y qué, si los refrescos de esos ya no hay, si los pasteles no son como los hacía mi mamá, si ya no hay más que recuerdos y el llanto que nos riega y nos refresca la vida…como todo, todo es relativo, una espiral: La materia no se destruye, se transforma. ese día me hice pipí en la cama, creo que ha sido cosa del pastel…

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