lunes, 16 de mayo de 2016

Los días tristes

HAY DÍAS MUY TRISTES, COMO CUANDO VÍ LA PELÍCULA DE CORAZÓN O LEÍ: “Corazón diario de un niño”, DE EDMUNDO DE AMICIS.
         Platicando con Karisma Akal y con Sócrates Gabriel, les comentaba que uno de los libros que me había puesto a llorar era: Corazón Diario de un Niño. No podría explicar la razón del llanto, de la tristeza, de la soledad, de los recuerdos, como es un diario creo que me comenzaba a identificar en cada parte, total, creo que los recuerdos son semejantes y nos llegan al centro del corazón y nos hacen la alegría de la vida o la tristeza; los recuerdos tienen la peculiaridad de que nos hermanan, así, cuando he enviado algunas notas sobre las pequeñas historias a mis amigos, no faltan los que me dicen que les llegó, que les pegó, que les divirtió, que les hizo recordar… que les aflojó el alma y lloraron.
         Un buen día, sin más, Karisma, llegó diciendo que había ido a la librería, le gusta leer y compró algunos libros y me trajo una edición de CORAZÓN DIARIO DE UN NIÑO, me electrizó, me llegó al fondo, me movió todo, le agradecí y aguanté las ganas de llorar. A lo mejor con la edad me he vuelto chillón, pero en general siempre he sido muy sensible y por cualquier cosa que me llegue, lloro, en ocasiones cuando vemos alguna película que me conmueve se me salen las lágrimas y ellos ríen, una cosa y la otra, algunos ríen para no llorar y otros lloran para no reír. Así que me pasé el día pensando en el libro, lo veía y no tenía el valor de volverlo a leer. Hoy, por diferentes motivos me siento muy triste, hay tiempos que así son, como que se presentan para que pensemos en lo que somos y en lo que debemos ser y hacer para pagar  por lo que estamos en la vida. Hoy tomo el libro del librero y lo veo, y sin más, como si fuera cosa de magia, se me vienen las lágrimas al filo del ojo. Cómo quisiera poder hablar de muchas cosas tan íntimas que se asientan en el fondo del corazón y bueno, no se puede, hay que resolverlas y cuando menos me doy cuenta de que somos un cuerpo, una mente y un espíritu perfectos, no hay duda que somos  a la semejanza de Dios, si no tuviéramos los canales del sentimiento y la posibilidad de reír, de gritar, de llorar, con seguridad explotaríamos por dentro, pero además tenemos la emoción, la solidaridad, la caricia, la mirada, el beso, la sonrisa, el saber que los amigos y los seres queridos están aún sin saber la razón por la que sufrimos, que es cuando callamos en la mayoría de las veces, también hay que reconocer que hay otros tan reprimidos que, también, esconden y no dejan salir ni conocer sus alegrías, como que la sociedad solamente permite las tragedias y los malestares para comentar y nos olvidamos que todo esto son como las pruebas del crecimiento, porque a pesar de tener ya más de 72 años, no se termina de crecer.
         Tania Helene, escribía un día: “Que nunca la tristeza sea unida a nuestros nombres” y entendía muchas cosas de la vida, me dio un fugaz crecimiento y me dejó pensando por varios días, hoy retorna a mí con la fuerza de todo, con la conciencia de lo que hay que ir pasando poco a poco, con paciencia, como los enfermos a los que se les dice pacientes, porque deben entender que si quieren sanar deben tener paciencia, una rara virtud que no todo tenemos. SÍ, en verdad, la tristeza es terrible, brutal, no es ni siquiera violenta o permite que se responda y se agreda, no, simplemente aparece ¿por qué?, por nada, así nomás y hay que irla desenredando, no se conoce o se deja conocer ni su razón ni su desarrollo, solamente va comiendo los recuerdos y el ánimo de vida. Yo sé lo que tuvo que pasar y luchar Tania en esos momentos y conozco la razón por la que desea que a nadie se le una la tristeza, solamente el llanto y la soledad pudieron curarla, además de su valor y amor por la vida. Qué curioso, yo que pensaba que por mi edad podría darles experiencias de vida y dejarles reflexiones, hoy, las tomo de ellos. Yo sé, por lecturas y comentarios, que hay algunos que han muerto de tristeza, sin violencia, solamente consumidos por cada gramo de ella ocultando la vida, comiéndose el ánimo de vida, la tristeza es eso, la falta de ganas de vivir, del no tener ánimo de nada, de no saber qué o cuando o cómo, solo hay un gran dolor en el corazón que no deja pensar ni sentir, te va blindando y no sientes o piensas que no sientes, cuando en realidad sientes mucho. Te enojas o lloras, no sabes la razón, se da sin más y parece que sería el enojo en contra de los otros o contigo mismo pero no, simplemente no lo logras controlar. A lo mejor es como el momento ese en que todo se piensa cuando se entra en la lucha.

         Yo también tuve mucha tristeza, cuando llegué a Lecumberri en 1968, algunos lacayos del sistema me moteaban como el traidor, cuando al paso del tiempo descubría que en realidad los traidores eran ellos y que, como los ladrones, van gritando: agarren al ladrón, cuando ellos llevan el botín; el 68 no fue una cosa fácil, ahora se visten y aparecen muchos que ni siquiera estuvieron o fueron y dicen que son los dirigentes, ellos, no saben lo que es llorar de angustia y de terror ante la traición y la violencia, no conocen lo que es morir de poco a poco o de forma real en los actos vandálicos de la tortura, y no conocen la soledad y la tristeza que se debe comer como plato amargo, SOLOS y el silencio, y no se puede compartir. Me daban ganas de matarme, pero no podía dejar que la tristeza se uniera a mi nombre, saqué de no sé dónde fuerza y vitalidad y luché, hasta llegar aquí, sintiendo tristeza, pero no aquella tristeza con rabia del 68, sino la tristeza de no poder hacer algo para ayudar a alguien que quiero y adoro en la vida, sino que debo solo irle acompañando en su crecimiento y esperando y rogando a Dios que le vuelvan los ánimos de vida… y lloro, sí, las lágrimas me dan un alivio, las lágrimas del corazón. Y busco a Dios en algún punto…

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