domingo, 7 de marzo de 2010

No permitamos la violencia, nos destruye

Las tragedias marcan a los pueblos, siempre, como siempre, los más desprotegidos, los marginados, los desempleados, los analfabetos son los que sufren más, mucho más con las tragedias y es por esa razón que cuando veíamos las imágenes del terremoto en Haití y con ellas los miles de desamparados buscando, con violencia, algo que llevar a sus familias o comer, pensamos que no hay duda de que el hambre siempre será una mala consejera. Por alguna razón, los viejos políticos decían que: “Las lealtades y las insurrecciones empiezan en los estómagos” y hoy lo comprobamos con los acontecimientos en Chile, cuando después de aquellos años de la dolorosa dictadura militar, los cuarteles no habían permitido la salida de los “milicos” como les dicen en Chile a los militares y hoy, ante las desesperación que llega a los saqueos en algunas poblaciones de Chile, vemos cómo avanzan los militares con las tanquetas y los soldados patrullando las calles y, cuando antes daban temor y las gentes se escondían al verles salir a las calles, hoy, no faltan los que no les temen sino que los enfrentan. Estas escenas las vemos también en muchas partes e México y no propiamente porque los policías o los soldados estén atendiendo emergencias de catástrofes naturales, sino por la violencia que se ha desbordado y que obliga para que en muchos sitios se vean esos patrullajes y se hable de la violencia, pero no solamente que se hable, se sufra la violencia de los delincuentes y sus enfrentamientos o de los mimos cuerpos de seguridad que, aterrorizados, no tienen otra opción que atentar contra los ciudadanos inocentes o que no saben lo que ocurre y ellos, policías sobre todo, con tal de presentar una imagen de trabajo agreden en muchos sitios a la población y esto está generando descontento, pero sobre todo, en algunos sitios y es terrible que suceda, las agresiones de jóvenes, sobre todo jóvenes que ven en la policía no a un grupo protector sino a un grupo agresor y por esa razón vemos unificarse a las pandillas y mantener el control de la seguridad o de la inseguridad en muchas zonas proletarias de muchas partes del país.

No son pocas las muestras de la organización de las pandillas y bandas, no solo se notan o se hacen sentir por medio de las pintas en las calles para determinar su territorio o su control, son que se ven en las noches cuando salen en grupos para asaltar a los que andan en las calles y no importa que se encuentren policías cerca, finalmente, ellos, son muchos y atacan en bola y saben el uso y la razón de la violencia que aunada al resentimiento social se convierte en arma peligrosa para la tranquilidad y seguridad de muchas zonas y, por si esto no bastara, las policías, los políticos y los funcionarios no saben cómo atender el problema que se genera con las pandillas y bandas, por eso solamente recurren a la represión y, por lógica, como vimos en Nicaragua, El Salvador o en Honduras, los grupos de Maras dieron la batalla y propiciaron los cambios y generaron la violencia, de tal suerte que siguen siendo incontrolables y tienen bajo su control no solo parte de sus países sino que tienen las ligas a nivel continental y es por ello que también se han convertido en la mejor forma de expansión de la delincuencia globalizada y por ello tienen el control del tráfico de drogas, armas y gentes. Así vivimos ya, en un régimen de terror, por un lado, la incapacidad de las autoridades y policías para garantizar el estado de derecho y la seguridad pública en muchas ciudades y vemos fenómenos como los de Ciudad Juárez o muchos que pasan en toda la frontera norte del país o en ciudades importantes como Monterrey, Torreón, San Luis Potosí, Zacatecas, Estado de México, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Culiacán, Guadalajara, Tijuana y otras más que son ejemplo de lo que sucede y que hemos visto reflejadas en zonas cercanas a la capital como Chalco y Netzahualcóyotl, a cinco minutos del Palacio Nacional…y festejando “¿festejando? El centenario y el bicentenario, con violencia social y delincuencial…

Y bueno, siempre hemos sostenido que debemos ser solidarios con los que nos necesitan, pero la solidaridad ha llegado a la demagogia y por esa razón vemos que atendemos diligentemente el auxilio a Haití y seguramente a Chile y es bueno, lo aprobamos y lo aplaudimos, pero nos parece increíble que damnificados por la miseria, por la corrupción y las complicidades que se tejieron en la venta de propiedades y lotes, casas y desarrollos en la zona de Chalco, el viejo lago de Chalco o en Netzahualcóyotl y otras más como en Michoacán, no reciban el mismo trato de urgencia y de auxilio y se dejen a sus poblaciones en el abandono y la miseria, hundidos entre la mierda y el lodo, en la corrupción, en la desconfianza, en la marginación y el resentimiento y, cuando los grupos de colonos que se sienten abandonados por los gobernantes se atreven a protestar, en vez de pan, reciban palos y se les lleve a golpes a la sumisión y al control represivo olvidando que ellos gritan de desesperación y de falta de atención por parte de los gobernantes. Es como aquel grito desgarrador de la madre que viera asesinados a sus dos hijos estudiantes en Juárez cuando, obligadamente, les decía que no eran bien venidos los funcionarios y políticos, no podían ser bien venidos aquellos que había señalado que el asesinato de sus hijos estaban ligados a los pleitos de pandillas, cuando solamente eran jóvenes que festejaban sanamente , estudiaban y trabajaban buscando un mejor presente y tal vez, seguramente, tal vez ,un futuro menos cruel y no lo lograron, los asesinaron sin razón, por la violencia y la ineficiencia, complicidades y corruptelas de los gobernantes para garantizar seguridad a los ciudadanos.

Y es lógico que cuando vemos esas formas de “atención”, cambiando palabras por macanas, tenemos que pensar que muchos jóvenes ya no creen en su presente sino que buscan alcanzar un futuro menos trágico aún por medio de la violencia y la protesta y cuando los gobernantes no entienden este proceso es cuando pierden la paciencia y cambian toletazos y balas de salva al principio, para después tronar las de verdad, las que matan a muchos que están muertos en vida por la miseria, la marginación, el desempleo y la ignorancia. Así, en esas zonas, se anidan las protestas y las insurrecciones, ahí están los futuros guerrilleros o los maleantes, pero ahí está la violencia presente. Por esto debemos hacer algo pronto, sin demagogia y sin temores, si dejamos que la violencia arrase a los nuestros no podemos decir que tenemos esperanza en el presente o en el futuro… no lo podemos permitir, si los gobernantes no pueden, podemos los que somos mayoría y debemos unirnos contra la violencia y el descontrol en el país.

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