viernes, 13 de abril de 2012

Los invisibles

“EL DÍA QUE ME VOLVÍ INVISIBLE”, es de esas historias de viejos, tal vez sentimentales, nos dejan un no sé qué en el gusto, pero, sin embargo, nos hacer reflexionar en algo de la vida; cuando la vida se va terminando… ojalá nos sirva para algo y para entender que la solidaridad no solamente es entre iguales, sino con aquellos que nos dieron mucho en su vida.
         “En esta casa no hay calendarios, y en mi memoria los recuerdos, están hechos una maraña. Me acuerdo de aquellos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de santos que colgábamos al lado del tocador, pero, ya no hay nada de eso, todas las cosas antiguas se han desaparecido, yo, yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta. Primero me cambiaron de alcoba porque la familia creció, después, me pasaron a otra más pequeña aún acompañada de mis bisnietas, ahora ocupo el desván, el que está en el patio de atrás; prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero, se les ha olvidado y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos. Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de escribir, pero me pasaba semanas buscando un lápiz y cuando al fin lo encontraba, yo misma volvía a olvidar dónde lo había puesto, aaah! A mis años las cosas se pierden fácilmente. La otra tarde caí en cuenta de que mi voz también había desaparecido, cuando le hablo a mis nietos o a mis hijos no me contestan, pero no me oyen, no me miran, no me responden, entonces, llena de tristeza me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de café, lo hago así, de pronto para que comprendan que estoy enojada, para que se den cuenta que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón, mmmh! Pero nadie viene; el otro día les dije que cuando muriera entonces si que me iban a extrañar, y, el nieto más pequeñito dijo:… “¡Ah! Y a poco estás viva abuela!!!. Les cayó tan en gracia que no paraban de reír, tres días estuve llorando en mi cuarto hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas y, psst, ni los buenos días me dio, fue entonces cuando me convencí de que soy invisible. Me paro en medio de la sala para ver si aunque sea estorbo, me miran, pero mi hija sigue barriendo sin tocarme, los niños corren alrededor de una lado al otro sin tropezar conmigo. Cuando mi yerno enfermó, tuve la oportunidad de serle útil, le llevé un té especial que yo misma preparé, se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara, sólo que estaba viendo la televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia, el té, poco a poco se fue enfriando y mi corazón también.  Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos al campo y me puse muy contenta, hacía tanto tiempo que no salía y menos al campo. El sábado fui la primera en levantarme, quise arreglar las cosas con calma… ah! Los viejos nos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, así que me tomé mi tiempo para no retrasarlos, al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban las bolsas y juguetes al carro, yo, ya estaba lista y muy alegre esperándolos en la puerta… Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en bullicio, comprendí que  yo no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el auto o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque, sentí clarito, clarito, como mi corazón se encogió, la barbilla me temblaba como cuando uno aguanta las ganas de llorar. Antes, hasta besuqueaba a los chiquillos, era un gusto enorme el que me daba tenerlos en mis brazos como si fueran míos, sentía su piel tiernita y su respiración dulzona, muy cerca de mí, la vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creía recordar, pero un día, mi nieta Lucy que acababa de tener un bebé, dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños por cuestiones de higiene, ya no me acerqué más, no fuera ser que les pasara algo malo por mis imprudencias, tengo tanto miedo de contrariarlos! Ojalá que el día de mañana, cuando ellos leguen a viejos… sigan teniendo esa unión entre ellos para que no sientan el frío ni los desaires. Que tengan la suficiente inteligencia para aceptar que sus vidas ya no cuentan, como me lo piden. Y que Dios quiera que no se conviertan en “viejos sentimentales que todavía quieren llamar la atención”.
         Y que sus hijos no los hagan sentir como bultos para que el día de mañana no tengan que morirse estando muertos desde antes … como yo”.
         Y SI CONSIDERAMOS QUE EN México existimos más de diez millones de “adultos mayores” o ancianos, tendríamos que ver la cantidad de historias que se dan en este sentido. Unas, por supuesto, de gran cariño, afecto, reconocimiento, estimación y, las otras, de total olvido. Pero hay muchos más invisibles en este país: más de 52 millones de pobres que nadie ve ni atiende, ni ayuda ni apapcha; más de siete millones de jóvenes que no pueden estudiar ni trabajar en un país que es capaz de gastar miles de millones de pesos y dólares en el rescate a los bancos y banqueros, pero no ayudar a sus jóvenes que son invisibles para los burócratas y los políticos; más de diez millones de indígenas que no hablan español, que son marginados y discriminados, que son inmensamente pobres y despreciados y que, también, son totalmente invisibles para esos mismos burócratas y políticos que solamente ven la forma de enriquecerse: tenemos más de sesenta mil asesinados, muchos de ellos que no son siquiera identificados por las autoridades y que, en la mayoría de los casos, se consideran, simplemente, “daños colaterales”, porque estaban en el mal sitio, en el mal momento y en el lugar inadecuado, pero son invisibles para los policías y los políticos que creen que, con ese baño de sangre, justifican sus errores, omisiones, complicidades y corruptelas; también tenemos más de un millón de desplazados que también son invisibles para los políticos y autoridades y policías, porque nadie quiere ver lo que sucede en la realidad y, para no atacarla y solucionarla, prefieren que sean invisibles; miles de inocentes metidos en las prisiones porque los policías que no son invisibles les pusieron drogas o los acusaron para justificar “trabajo” y ahí están, invisibles ,para la justicia y para los jueces; millones de ancianos y gentes del pueblo que son invisibles para las autoridades sanitarias que le hacen al tío Lolo con los programas de “justicia social” y que solamente les atienden cuando necesitan los votos; millones de campesinos que se han vuelto invisibles a la atención de los políticos y autoridades porque nadie quiere ayudar a la producción, para privilegiar la dependencia alimentaria a favor de los norteamericanos, porque un pueblo que depende de sus alimentos es un pueblo dependiente del que los produce; somos millones los televidentes que somos invisibles para los dueños y manipuladores de la comunicación que con el apoyo del gobierno, manipulan los contenidos y los programas para hacernos un pueblo idiotizado y dependiente.. . en fin, somos los invisibles para los poderosos, manipuladores, policías, políticos, represores que siguen haciendo de las suyas, pensando en que, nadie los ve… hasta que, los vemos y, nos cansamos…

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