domingo, 15 de enero de 2012

Una lección de vida

Hace ya muchos años, iniciando la escuela Vocacional, cursada en la vocacional tres, del IPN, uno de mis maestros nos señaló a varios alumnos para decirnos que seguramente, por nuestras “fachas”, no pasaríamos la materia y con toda seguridad no terminaríamos de estudiar. Era como el “ogro” quería ser un duro profesor que intimidaba en vez de educar, creía que haciendo esos alardes de prepotencia le temerían y respetarían, pero no fue así. Mi generación, por muchas razones, era una generación de lucha y queríamos salir capacitados en las carreras para superar la marginación y la pobreza en la que se encontraban nuestras familias, que con trabajo duro y honesto se comprometían en educarnos y brindarnos lo mejor, a pesar de que lo mejor era el cariño, la comprensión y el afecto solidario que nos mostraban nuestros padres y amigos…

Esa generación de la verdadera “cultura del esfuerzo”, tenía una visión solidaria con los demás, no teníamos la cultura del consumismo y del materialismo, creíamos en la solución por medio de la igualdad de oportunidades y en la fuerza del trabajo emprendedor, conocíamos el valor de la honestidad, el valor de la solidaridad, el valor del afecto y del amor, por eso, además, teníamos muchos sueños en que podríamos con nuestro esfuerzo y conocimiento ayudar a los más desprotegidos y a los marginados, la visión social en que nos educaban en las escuelas públicas ayudaba mucho a esta tendencia. No pensábamos en comprar ropita de marca o en divertirnos en los reves y en los antros, salíamos a bailar y convivir y no se piense que hablo como viejito, que no me siento aún siéndolo, sino que había una convivencia basada en el intercambio de ideas y de sueños, en los compromisos solidarios, en la acción de todos para todos y no en la explotación del trabajo de los demás a favor de uno… así, además, logramos tener muchas becas para que los alumnos de menores ingresos tuvieran igualdad de oportunidades y salieron miles de esos profesionistas becados a sus comunidades y los veo, a muchos, en los pueblos que recorro, siendo buenos padres y mejores ciudadanos, comprometidos con los demás y sin dejar de pensar que podemos tener un país más justo, más humano, más solidario, más libre y, sobre todo, más digno…

Y esto no quiere decir que las cosas son peores o que los jóvenes de hoy no son mejores que los de antes, al contrario, creo que siempre, en este país, existirán los buenos líderes y los buenos ciudadanos que valientemente se sacudan a los oportunistas y a los deshonestos, a los mentirosos, que hacen de la política un negocio y que de la política hacen la mafia que controla a este país. Por esa razón, cuando vemos los esfuerzos que hace la ultraderecha encabezada por Calderón para hipotecar, por medio de préstamos, la educación de los jóvenes más talentosos para que lleven una formación con sentido privado y confesional, creemos que está cometiendo otro de sus crímenes de lesa humanidad al evitar que los demás tengan igualdad de oportunidades y que solamente los formados en las escuelas privadas y confesionales, sean los que sigan controlando la mafia política, empresarial, financiera y burocrática en el país, aliados con los policías, que hoy buscan en las universidades públicas a nuevos testaferros que vayan a poner el dedo y a reprimir a sus compañeros, bajo el pretexto de que ellos son los que garantizan la seguridad ,cuando lo único que realizarán será la protección de los intereses, negocios y componendas de los grandes grupos empresariales y financieros que aliados con los políticos, controlan la mafia del poder en el país…

Cuando recuerdo aquel maestro con tintes fascistas que incomodaba y amenazaba a los jóvenes en vez de educarles, también recuerdo que en vez de intimidarnos, los señalados, nos comprometimos a que no le daríamos gusto y que al contrario nos prepararíamos más y estudiáramos mucho más para avergonzarlo al final del curso. Así que cuando este patán de la “educación” pretendió liquidarnos y frenar nuestro destino, no pudo reprobarnos y, al otro año, siendo también estudiantes y líderes de la escuela, encabezamos una comisión de maestros y alumnos para imponer un examen de capacidad a muchos de los maestros malos, faltistas o barcos y así saneamos la escuela, logrando una nueva calidad y excelencia académica. No protestamos ni peleamos sin razón, lo hicimos con la muestra de que no éramos malos estudiantes y que lo que recibíamos por parte del pueblo de México y de la educación, sabríamos responder y cumplir con nuestras obligaciones. En vez de dudar e intimidarnos, sacamos la casta y estudiamos más, nos comprometimos entre todos y salimos adelante, muchos de los que por voz de un mal maestro, hubieran querido que no lográramos alcanzar nuestro sueño, cumplir con nuestro destino y salir adelante .

Hace unos días, mi hijo Sócrates Gabriel, me platicaba algunas cosas de sus maestros y de cómo algunos en vez de alentarles y estimularles, los intimidaban y hacían motivo de burlas o querían dejarles fuera de la competencia. Les decía a sus compañeros que en vez de intimidarse deberían estudiar más y demostrarle que eran mucho mejores que sus hijos a los que protegen y encubren y que haciendo esto, deberían hablar con la Directora de la Escuela para que supiera lo que sucedía en la misma. Así, han derrotado a muchos jóvenes y el valor de un maestro no es liquidar sus sueños o desquitarse con los alumnos, dejarles sus frustraciones y resentimientos, al contrario, es formarlos y forjarlos con valores y con estímulos, con los conocimientos, atención, afectos, solidaridad. A nosotros, en nuestra generación, no pudo un mal maestro derrotar nuestros sueños y liquidar las esperanzas por una vida mejor, al contrario, lo superamos y al paso de los años lo vimos liquidado y derrotado, frustrado y miedoso con la vida y así, muchos de nosotros, en vez de alegrarnos, le tendimos la mano para que sobreviviera y esto nos sirvió para entender mejor la vida. Sabemos que la vida es la conciencia de los actos y de las soluciones, de los motivos y de las acciones, que unas son de triunfo y otras de derrota y que, lo mejor de todo, son las experiencias que nos deja porque son las que forman la sabiduría y la alegría del vivir, del buen vivir y del buen hacer y ser… en vez de resentimiento y odios le brindamos amor y cariño, lo comprendimos y le demostramos que en la vida es mejor dar y mucho mejor enseñar a vivir con dignidad, con libertad y con alegría…fracasa el que se deja fracasar y el que se acobarda, el que tiene miedo, las oportunidades son iguales para fracasar o para triunfar y ,mi generación, pese a todo y por todo, logró triunfar y deja, cuando menos, muchos testimonios de buena clase y del buen ser…sabemos que cada persona tiene el infierno o el cielo en uno mismo, sabemos, por experiencia, que solamente se echa a perder una vida cuando se estanca y se detiene, cuando perdemos los sueños y no nos asombramos de lo que sucede, cuando en vez de agradecer por todo lo que tenemos y somos, nos quejamos y estando resentidos vamos muriendo en vez de ir creciendo y siendo…supimos que es mejor perdonar a los enemigos porque no hay nada que los enfurezca más… y los perdonamos. La tragedia de la vejez no consiste en ser viejo, sino en no haber sabido ser joven.

En fin, creo que hoy por hoy la razón para la existencia es el de seguir asombrándonos, dar gracias, creer en lo que pensamos y ser congruentes con lo que decimos, respetar la palabra y saber que tenemos mucho y podemos dar más, con amor y sinceridad, con honestidad y lealtad…con dignidad y sueños por alcanzar.

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