“La Utopía está en el horizontes. Camino dos pasos, ella
se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para que sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar”
Eduardo Galeano.
Hay una “Terapia del Elogio”, nos comenta mi amigo Manolo
y es la siguiente: “Renombrados terapeutas que trabajan con personas, el COBYTS,
divulgaron recientemente una investigación donde se hace notar que los miembros
de las familias en general están cada vez más fríos… distantes… No existe más
cariño, no se da más valor a las cualidades, sólo se escuchan las
críticas.”
“Las personas cada
vez están más intolerantes y se desgastan dando valor a los defectos de
otros”.
“Por eso las
relaciones de hoy no maduran”
“La ausencia del
ELOGIO de parte de un significante sector está cada vez más presente en las
familias de clase media y alta”
“No vemos a los
hombres elogiando a sus mujeres y viceversa, no vemos a los carpinteros
elogiando el trabajo de sus subordinados, no vemos a los padres e hijos
elogiándose, amigos, podólogos, ginecólogos, etc.”
“Sólo vemos
personas superficiales y fútiles dando valor a artistas, cantores, a personas
que usan su imagen para ganar dinero y que, por consecuencia, son personas que
tienen la obligación de cuidar del cuerpo y del rostro”
“Esa ausencia de
ELOGIO ha afectado mucho a las familias”.
“La falta de
diálogo en sus hogares, el exceso de orgullo impide que las personas digan lo
que sienten y llevan esa carencia para adentro de los
consultorios”.
“Destruyen sus
matrimonios, y se acaban buscando en otro persona lo que no consiguen en su
casa”.
“Comencemos a dar
valor a nuestras familias, amigo, alumnos, subordinados”.
“Vamos a elogiar
al buen profesional, la buena actitud, la ética congruente, la belleza de
nuestros compañeros y de nuestras compañeras, el comportamiento de nuestros
hijos”.
“Vamos a observar
lo que a las personas gustan”.
“El buen
profesional, el buen hijo, el buen padre o la buena madre, el buen amigo, la
buena ama de casa, la mujer y el hombre que se cuidan…”
“En fin vivimos en
una sociedad en la que uno necesita del otro, es imposible vivir solo y aislado…
y los elogios son la motivación en la vida de cualquier persona.”
“¿Cuántas personas podrías hacer feliz
hoy elogiándolas de alguna manera?”
“¡Entonces elogie
a alguien hoy!”.
“YO COMIENZO… ¡TÚ
ERES MUY ESPECIAL Y CON SEGURIDAD EL MUNDO ES MEJOR… POR CAUSA
TUYA”.
La vida es tan
rápida y tan egoísta para muchos que no paramos en ver lo que necesitamos de
verdad ni lo que los demás necesitan de nosotros o por nosotros. Es cierto, el
elogio ha sido desterrado de todos los sitios que andamos o donde estamos. No lo
escucho en mi propia casa, muchas veces, nos olvidamos del esfuerzo de los demás
que hacen la vida más placentera o permiten que vivamos en mayor comodidad. Nos
olvidamos de elogiar a nuestra mujeres o ellas a nosotros, pensamos que es la
“obligación “hacer lo que hacen por estar unidos en matrimonio”, cuando todos
necesitamos ,cuando menos, ese “apapacho” por medio de elogio y el
reconocimiento de que lo estamos haciendo lo hacemos bien y que, los demás que
se benefician de ese esfuerzo lo notan, lo respetan y lo valoran.
Nos olvidamos de
dar las gracias al taxista, al chofer, a la empleada de mostrador, a los amigos
que nos han atendido las llamadas o escuchado las ideas o solucionado los
problemas, nos olvidamos de elogiar la belleza de un cuadro que nos gusta y
pensamos que el pintor puede pensar mal o que no le importa lo que digamos, pero
no es verdad, el elogio es bueno para su vida, para su espíritu, para su tarea
diaria.
Nos olvidamos de
elogiar a los maestros de nuestros hijos por la tarea que hacen en su formación
y creemos que “es su obligación y que para eso les pagan” y, no todo es cuestión
de dinero ni de intereses. Hace poco, platicando con la maestra de Karisma,
me decía que la niña era muy constante, ordenada y limpia en sus
trabajos y que se merecía ser apoyada. Este elogio llenó de una gran sonrisa la
cara de mi hija y a mí, por poco, se me salen las lágrimas, al pensar que muchas
veces jamás elogie a los demás hijos, pensando en que era su obligación el
estudiar y no valoramos el esfuerzo que hicieron, como ellos tampoco valoraron
el esfuerzo que realizamos o que realizaron los demás para que pudieran
estudiar.
No valoramos ni
elogiamos a nuestros vecinos que permiten la paz y la seguridad en los sitios en
que vivimos, pensado en que ellos deberían ser los primeros en hacerlo y, el
orgullo tonto y la prepotencia de algunos, nos impide acercarnos, pensando en
que “llegamos primero a la cuadra o al barrio y que ellos, deberían acudir a
presentarse y a darnos razón de su nuevo hogar” y es claro que jamás elogiamos
el que tengan bien pintada la fachada o el que sus hijos sean atentos o cuiden a
sus mascotas o que mantengan limpia la banqueta. ¡Cuántos valores y atenciones
hemos perdido! Y no hay duda que la ausencia del elogio es terrible y que actúa
como una barrera para la comunicación y es un camino pedregoso que impide la
comunión y el acercamiento…
Así pues, los
pequeños detalles que permiten elogiar a los demás, también, forman el puente
para que nos elogien a nosotros, que tanto necesitamos de ese “apapacho” para el
alma y el espíritu. Pongamos en práctica algo del elogio porque nos permite
reconocer y ver las grandes virtudes de los que nos rodean, de los seres
queridos y de los que amamos y dejamos poco a poco en el olvido y la distancia…
aún es tiempo. socrates_campos8@yahoo.com.mx
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