miércoles, 18 de julio de 2012

Terapia del elogio


“La Utopía está en el horizontes. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces para que sirve la utopía?
Para eso, sirve para caminar”
Eduardo Galeano.
Hay una “Terapia del Elogio”, nos comenta mi amigo Manolo y es la siguiente: “Renombrados terapeutas que trabajan con personas, el COBYTS, divulgaron recientemente una investigación donde se hace notar que los miembros de las familias en general están cada vez más fríos… distantes… No existe más cariño, no se da más valor a las cualidades, sólo se escuchan las críticas.”
         “Las personas cada vez están más intolerantes y se desgastan dando valor a los defectos de otros”.
         “Por eso las relaciones de hoy no maduran”
         “La ausencia del ELOGIO de parte de un significante sector está cada vez más presente en las familias de clase media y alta”
         “No vemos a los hombres elogiando a sus mujeres y viceversa, no vemos a los carpinteros elogiando el trabajo de sus subordinados, no vemos a los padres e hijos elogiándose, amigos, podólogos, ginecólogos, etc.”
         “Sólo vemos personas superficiales y fútiles dando valor a artistas, cantores, a personas que usan su imagen para ganar dinero y que, por consecuencia, son personas que tienen la obligación de cuidar del cuerpo y del rostro”
         “Esa ausencia de ELOGIO ha afectado mucho a las familias”.
         “La falta de diálogo en sus hogares, el exceso de orgullo impide que las personas digan lo que sienten y llevan esa carencia para adentro de los consultorios”.
         “Destruyen sus matrimonios, y se acaban buscando en otro persona lo que no consiguen en su casa”.
         “Comencemos a dar valor a nuestras familias, amigo, alumnos, subordinados”.
         “Vamos a elogiar al buen profesional, la buena actitud, la ética congruente, la belleza de nuestros compañeros y de nuestras compañeras, el comportamiento de nuestros hijos”.
         “Vamos a observar lo que a las personas gustan”.
         “El buen profesional, el buen hijo, el buen padre o la buena madre, el buen amigo, la buena ama de casa, la mujer y el hombre que se cuidan…”
         “En fin vivimos en una sociedad en la que uno necesita del otro, es imposible vivir solo y aislado… y los elogios son la motivación en la vida de cualquier persona.”
“¿Cuántas personas podrías hacer feliz hoy elogiándolas de alguna manera?”
         “¡Entonces elogie a alguien hoy!”.
         “YO COMIENZO… ¡TÚ ERES MUY ESPECIAL Y CON SEGURIDAD EL MUNDO ES MEJOR… POR CAUSA TUYA”.
         La vida es tan rápida y tan egoísta para muchos que no paramos en ver lo que necesitamos de verdad ni lo que los demás necesitan de nosotros o por nosotros. Es cierto, el elogio ha sido desterrado de todos los sitios que andamos o donde estamos. No lo escucho en mi propia casa, muchas veces, nos olvidamos del esfuerzo de los demás que hacen la vida más placentera o permiten que vivamos en mayor comodidad. Nos olvidamos de elogiar a nuestra mujeres o ellas a nosotros, pensamos que es la “obligación “hacer lo que hacen por estar unidos en matrimonio”, cuando todos necesitamos ,cuando menos, ese “apapacho” por medio de elogio y el reconocimiento de que lo estamos haciendo lo hacemos bien y que, los demás que se benefician de ese esfuerzo lo notan, lo respetan y lo valoran.
         Nos olvidamos de dar las gracias al taxista, al chofer, a la empleada de mostrador, a los amigos que nos han atendido las llamadas o escuchado las ideas o solucionado los problemas, nos olvidamos de elogiar la belleza de un cuadro que nos gusta y pensamos que el pintor puede pensar mal o que no le importa lo que digamos, pero no es verdad, el elogio es bueno para su vida, para su espíritu, para su tarea diaria.
         Nos olvidamos de elogiar a los maestros de nuestros hijos por la tarea que hacen en su formación y creemos que “es su obligación y que para eso les pagan” y, no todo es cuestión de dinero ni de intereses. Hace poco, platicando con la maestra de Karisma,  me decía que la niña era muy constante, ordenada y limpia en sus trabajos y que se merecía ser apoyada. Este elogio llenó de una gran sonrisa la cara de mi hija y a mí, por poco, se me salen las lágrimas, al pensar que muchas veces jamás elogie a los demás hijos, pensando en que era su obligación el estudiar y no valoramos el esfuerzo que hicieron, como ellos tampoco valoraron el esfuerzo que realizamos o que realizaron los demás para que pudieran estudiar.
         No valoramos ni elogiamos a nuestros vecinos que permiten la paz y la seguridad en los sitios en que vivimos, pensado en que ellos deberían ser los primeros en hacerlo y, el orgullo tonto y la prepotencia de algunos, nos impide acercarnos, pensando en que “llegamos primero a la cuadra o al barrio y que ellos, deberían acudir a presentarse y a darnos razón de su nuevo hogar” y es claro que jamás elogiamos el que tengan bien pintada la fachada o el que sus hijos sean atentos o cuiden a sus mascotas o que mantengan limpia la banqueta. ¡Cuántos valores y atenciones hemos perdido! Y no hay duda que la ausencia del elogio es terrible y que actúa como una barrera para la comunicación y es un camino pedregoso que impide la comunión y el acercamiento…
         Así pues, los pequeños detalles que permiten elogiar a los demás, también, forman el puente para que nos elogien a nosotros, que tanto necesitamos de ese “apapacho” para el alma y el espíritu. Pongamos en práctica algo del elogio porque nos permite reconocer y ver las grandes virtudes de los que nos rodean, de los seres queridos y de los que amamos y dejamos poco a poco en el olvido y la distancia… aún es tiempo. socrates_campos8@yahoo.com.mx

No hay comentarios: