sábado, 14 de julio de 2012

Compartir con generosidad


Hay verdaderas historias de solidaridad que han rendido frutos brillantes y salvado a muchos, mi compadre Rafael Aragón kuri, me manda esta historia, verídica, escrita anónimamente:
         “Pasaba del medio día, el olor de pan caliente invadía aquella calle, un Sol escaldante invitaba a todos a un refresco. –Papá ¡Tengo Hambre!
         El padre, Agenor, sin tener un centavo en el bolsillo, caminando desde muy temprano buscando un trabajo, mira con los ojos mareados al hijo y le pide más paciencia…” --pero papá, ¡desde ayer no comemos nada, tengo mucha hambre, papá!”
         Avergonzado, triste y humillado en su corazón de padre, Agenor le pide al hijo esperar en la vereda mientras entra en la panadería que estaba enfrente. Al entrar se dirige a un hombre en el mostrador: - “Señor. Estoy con mi hijo de tan sólo 6 años en las puertas, con mucha hambre, no tengo ninguna moneda, pues salí temprano para buscar un empleo y nada encontré, le pido que en el nombre de Jesús me dé un pan para que yo pueda matar el hambre de ese niño, en cambio puedo barrer el piso de su establecimiento, lavar los platos y vasos, u otro servicio que usted necesite”
         A Amaro, el dueño de la panadería le extraña que aquel hombre de semblante calmo y sufrido, pida comida a cambio de trabajo y pide que llame al niño… Agenor toma a su hijo de la mano y lo presenta a Amaro, que inmediatamente pide que los dos se sienten junto al mostrador, donde le pide a su esposa les sirva dos platos de la comida del famoso “Plato del día”: arroz, frijoles, carne molida y huevo. Para Ricardito era un sueño, comer después de tantas horas en la calle…Para Agenor, un dolor más, ya que comer aquella comida maravillosa le hacía recordar a su esposa y a sus dos hijos que quedaron en casa solamente con un puñado de arroz. Gruesas lágrimas bajaban de sus ojos ya en el primer bocado. La satisfacción de ver a su hijo devorar aquel plato simple como si fuera un manjar de dioses, y el recuerdo de su pequeña familia en casa, fue demasiado para su corazón tan cansado de más de 2 años de desempleo, humillaciones y necesidades.
         Amaro se aproxima a Agenor y percibiendo su emoción, bromea para relajarlo: “ Oh, María! Tu comida debe estar muy fea. Mira a mi amigo, ¡hasta está llorando de tristeza de ese plato!”. Inmediatamente, Agenor, sonríe y dice que nunca ha comido comida tan apetitosa, y que le agradecía por darle ese placer.
         Amaro pide entonces que tranquilice su corazón , que almuerce en paz y después conversarán acerca de trabajo. Más confiadamente, Agenor seca las lágrimas y empieza a almorzar. Después del almuerzo, Amaro invita a Agenor para conversar en el fondo de la panadería. Agenor cuenta entonces que hace más de 2 años habría perdido el empleo y desde entonces, sin especialidad profesional, sin estudios, estaba viviendo de pequeñas “chambas”, pero que desde hace dos meses no recibía nada.
         Amaro resuelve entonces contratar a Agenor para servicios generales y le prepara al hombre una canasta  con alimentos para por lo menos 15 días. Agenor, con lágrimas en los ojos agradece la confianza e inicia al día siguiente en el trabajo… Sentía esperanzas, sentía que su vida tomaría nuevo impulso. La vida le estaba abriendo más que una puerta, era toda una esperanza de mejores días…Al día siguiente, a las 5 de la mañana, Agenor estaba en la puerta de la panadería ansioso de iniciar su nuevo trabajo. Amaro llegó luego y sonríe para aquel hombre que ni él sabía por qué estaba ayudando… Tenían la misma edad, 32 año, e historias diferentes, pero algo dentro de él lo llamaba para ayudarle y, no se equivocó. Durante un año, Agenor fue el más dedicado trabajador, siempre honesto y extremadamente celoso de su deber.
         Cierto día, Amaro llama a Agenor y le habla de la escuela que abrió lugares para la alfabetización de adultos a una cuadra, y que él tenía interés que Agenor estudiara. Agenor nunca se olvidó de su primer día de clases: la mano trémula en las primeras letras y la emoción de la primera carta. Doce años han pasado desde el primer día de clases. Vamos a encontrar al Licenciado Agenor Baptista de Medeiros, abogado, abriendo su oficina… al medio día baja a beber un café en la panadería de su amigo Amaro, que está impresionado al ver a su antiguo empleado tan elegante en su primer traje.
         Diez años se pasan, y ahora el Lic, Agenor Baptista, ya con una clientela que mezcla los más necesitados que no pueden pagar, y los más adinerados que pagan bien, decide crear una institución  que ofrece a los desvalidos, que andan por las calles, personas desempleadas y con carencias de todo tipo, un plato de comida diariamente a la hora del almuerzo. Más de 200 comidas se sirven en aquel lugar administrado por u hijo, el ahora nutricionista Ricardo Baptista. Todo cambió, todo pasó, pero la amistad de aquellos dos hombres, Amaro y Agenor, impresionaba a todos los que conocían un poco la historia de cada uno.
         Cuentan que a los 82 años los dos fallecieron el mismo día, casi en la misma hora, murieron plácidamente con una sonrisa del deber cumplido.
         Ricardito mando grabar delante de “LA CASA DEL CAMINO” que su padre fundó con tanto cariño:
         “¡Un día yo tuve hambre, y me alimentaste. Un día yo estaba sin esperanzas y me diste un camino. Un día me desperté solo, y me diste paz, y eso no tiene precio!
         ¡Que la paz habite en tu corazón y alimente tu alma!
         ¡Y que te sobre pan de la misericordia para extender a quien lo necesite!”
         Y así como esta historia hay muchas más, historias de amor y de solidaridad, de lucha, de valor, son las historias que nos permiten la esperanza y entender la solidaridad. Por ello, cuando nos desesperamos al no encontrar caminos y salidas, debemos releer las historias que nos muestran que siempre hay una salida y que después de la oscuridad llega la luz. No son falsas expectativas, hay que luchar para alcanzarlas y entender que: LA GENEROSIDAD ESTA EN COMPARTIR.
         Si todos nos apoyamos para hacer muchas “Casas del Camino” podremos cambiar a muchos y cambiarnos mucho. Por esa misma razón con mi familia estamos empeñados en la Fundación Aurobics, en el apoyo a los familiares de los niños con cáncer del Hospital civil Aurelio Valdivieso, de Oaxca, Oaxaca y les solicitamos su apoyo y ayuda, para ayudar a los que necesitan de su ayuda y solidaridad… socrates_campos8@yahoo.com.mx

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