martes, 17 de marzo de 2009

Policías aterrorizados cometen arbitrariedades

En alguna ocasión, alguien me comentaba que contar una buena historia era diferente a elaborar una teoría. Sostenía que historia es algo relacionado con la vida, es más vivo, ilustra más, tal vez, no diga mucho pero sin duda, demuestra mucho. Por esa razón, me comentaba, que los grandes maestros se sirven de las historia, de las anécdotas y de las parábolas y ello sirve más para la comunicación, simplemente, porque se encuentra más cercana a la vida, porque no pretende convencerte sino que te muestra algo lógico y verdadero, te permite persuadir. Una historia, un cuento, te relaja y te llega al corazón. Las historias se escuchan con el corazón, no intelectualmente.
Tal vez, por esa razón, el escribir, obliga a experimentar ; los reporteros, los columnistas, si queremos estar en la línea, tenemos que estar siempre vigilantes y atentos a la realidad. Si tejemos teorías nos salimos de la realidad, de contar historias que lleguen al corazón, no que sean lo que pretendemos ser o alcanzar. Para andar en la bicicleta uno tiene que experimentar las caídas y saber la velocidad donde se sostiene, entre mayor velocidad mayor equilibrio, pero esto no se logra por la teoría simple sino por la experimentación. Las palabras nos indican las cosas, los rumbos, los caminos, pero no son esas cosas, no es el rumbo ni el camino. El hecho de que conozcamos la palabra amor no nos permite experimentar el amor ni ser amorosos. El hecho de que hablemos de justicia no nos hace ser justos o de experimentar la justicia, porque sabemos que son pocos los justos en el mundo y, experimentar, implica y obliga a estar en el ahora y, cuando se sabe hacer, porque se ha experimentado, se puede pensar que tenemos esa experiencia en el pasado y esto nos permite confiar en nosotros. Por todo esto, se recomienda, siempre, sostenerse en el centro. Hay que mantenerse alerta siempre para no perder el equilibrio ni perder la confianza, porque la vida hay se experimentarla y sentirla, así, con la confianza, sabe uno que el resto se resolverá por sí mismo.

Con la violencia y los desacuerdos que vivimos, con las tragedias y los asesinatos, secuestros, violaciones, robos, amenazas, choques, inseguridades, miedos, los policías, dicen, que están espantados y con ese espanto les llega el miedo y el terror. Por vez primera, en mucho tiempo, no habían sentido la inseguridad y la vulnerabilidad en la que se encontraban. Pensaban que eran los dioses, los que castigaban sin más, sin importar lo que fuera la justicia o la razón, simplemente, era la “autoridad”, y por tanto, eran los chingones. Por medio de la prepotencia, las complicidades y corruptelas, sosteniendo la fuerza y la brutalidad de su lado, imprimían terror y miedo a los ciudadanos, así, se aceptó la corrupción y en este sentido adquirieron compromisos que, después, no cumplieron, y de ahí se derivaron las amenazas primero y posteriormente las venganzas, los secuestros, los levantones y los asesinatos. La realidad es que la delincuencia avanza solamente porque la autoridad se asocia y se compromete con ella y, cuando no cumplen con sus compromisos por los cuales reciben mucho dinero, pues llegan las venganzas que ahora vemos suceden en muchas partes del país. No es cierto que los policías y los paramilitares sean asesinados porque es la respuesta lógica y el temor que tienen los miembros de la delincuencia organizada, no, la verdad es que los han asesinado en un clásico “ajuste de cuentas”, porque no cumplieron con lo que se comprometieron o porque les disputaron, no la plaza, sino el negocio.
El corresponsal del Excelsior en León, Guanajuato, Andrés Guardiola, dice: “La policía de este municipio pasa por una crisis de inseguridad sicológica que provoca niveles de violencia enfocados contra la población civil, a partir de la proliferación de ataques contra la “autoridad” por parte del crimen organizado, coincidieron especialistas”
“El Director del Departamento de Gestión Pública de la Facultad de Derecho de la Universidad de Guanajuato, Fernando Patrón Sánchez, reveló que ante la incapacidad para combatir la violencia, al no poder detener a los verdaderos criminales, la policía trata de presentar resultados y se encamina a quebrantar los derechos de los ciudadanos comunes ante la más leve provocación”.

“El control se desborda, hay un problema más allá de lo sicológico, creería yo, de tratamiento de los cuerpos policiacos por dar resultados. En eso hay un efecto negativo y tienen hasta incentivos negativos de atrapar gente, de controlar, y son los incentivos incorrectos… Los policías son ciudadanos; están del otro lado, pero son ciudadanos y es muy sencillo, porque un policía ahora con el recrudecimiento de la violencia y la pérdida de control, ve a la población como un sospechoso, como el principal enemigo. Eso es muy peligroso, y más si dentro de la preparación hay prácticas inhumanas y de tortura, como lo hemos visto en León”.

Y esto que nos describen sucede en León, es lo que sucede en todo el país, y no es porque los delincuentes extremen la violencia sino porque la delincuencia está incrustada en los cuerpos de seguridad y porque ellos son los que han roto los pactos y los que han desatado la violencia, al punto tal que no es difícil encontrar verdaderos montajes escénicos y televisivos con el afán de mostrar resultados, cuando los gastos, la impunidad, la prepotencia, la violación a los derechos y garantías de los ciudadanos son cosa de todos los días realizados por los cuerpos de la policía o los paramilitares combinados que nos muestran la resurrección de grupos del tipo de la Brigada Blanca que, violando todo y eliminando todos los controles sociales, morales y legales, son capaces de eliminar a cualquier ciudadano con la simple sospecha de que es un delincuente o por la simple acusación de algún enemigo para que sea eliminado o, lo que es más grave, con la orden de desaparición, de secuestro o acusación legal a gente inocente, solamente, porque los jefes son impunes y están protegidos por la orden presidencial de una supuesta guerra que se libra en todo el país, sin ver resultados aceptables por la sociedad. La violencia institucional es un enorme peligro contra la ciudadanía y una atentado a la Constitución y los derechos y garantías individuales y sociales.

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