lunes, 2 de diciembre de 2013

"La Quina" Hernández Galicia

“UN AMIGO, VIENE A TIEMPO; LOS DEMÁS, CUANDO TIENEN TIEMPO”
LA vida nos brinda muchas muestras de lo anterior, muchos “amigos” jamás llegan cuando se les necesita, otros, solamente, cuando las cosas están bien, cuando los que pueden, pueden dar, y cuando no hay, pues se alejan… así es la vida, los políticos lo saben bien a bien, siempre están rodeados de lambiscones, buscachambas, gentes que ligan contratos, ventas, alegatos o buscan siempre, no hay la menor duda, hacer negocios o ganar dinero. El poder tiene esa facilidad y puede dar muchas riquezas porque utilizan los dineros que no son de ellos y los recursos, siendo de todos, y los disponen como propios y es por esa razón que las cosas salen mal y van de mal en peor.
Ahora que ha muerto Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, me comentaba él, que el apodo le venía porque en sus épocas de juventud, su señora madre le daba a tomar el famoso tónico de “Quinalaroche”, que era una especie de tónico para todo y le pusieron“La Quina”. Tuve la oportunidad de verlo muchas veces, la primera lo hice acompañando a Alfredo López Ramos, quién era dirigente de la sección de Salina Cruz, Oaxaca. Fuimos en una caravana de vehículos porque por alguna razón, no recuerdo, si era porque había sido el cumpleaños del líder, le llevaban algunos recuerdos. El viaje para mí fue terrible porque iba enfermo de gripe y llevaba algo de temperatura. Al llegar a un lugar de la playa de Tamaulipas, en una especie de Centro Social, tuve la primera visita con “La Quina”, sencillo, flaco, correoso, inteligente, se le veía bien y con fuerza en su liderazgo.
En fin, después de verle algunas veces en su casa-oficina, tuve la visión clara de la capacidad que tenía para mover los asuntos del sindicato petrolero. Llegaban por cientos, todo los días, hombres y mujeres que se apiñaban en esas calles y pasaban poco a poco, recibiendo un sí o un no en sus peticiones, siempre les escuchaba con atención y calma. También recibía a contratistas, empresarios, políticos, periodistas, pedinches, oportunistas, militares, policías, funcionarios, ahí, entre todos los demás, a la vista de todos, y de vez en cuando, cuando algo le interesaba, apartaba a las gentes para comentar en corto con ellos. No fumaba ni tomaba y su comida siempre estaba en topers donde le llevaban a cualquier sitio. Hablaba abiertamente de los controles que le venían imponiendo las gentes de Miguel de la Madrid y se refería a Carlos Salinas de Gortari como, un“recortari” de los presupuestos, la realidad es que en esas épocas le habían retirado un fondo del dos por ciento de todos los contratos de PEMEX que deberían ir a parar a los recursos financieros del sindicato, con el cual hacían obras sociales, mantenían centrales de maquinaria, ranchos, tiendas y lógicamente tenían recursos para las tareas políticas.
La confrontación era cierta a pesar de que se vivían tiempos de austeridad y que enfrentaba escándalos sobre los juegos y jugadas de los líderes que llegaban a Las Vegas, botando millones de dólares en las apuestas. En fin, al acercarse la campaña política de Carlos Salinas de Gortari, me solicitó Don Fernando Gutiérrez Barrios que fuera a ver a Joaquín para solicitarle que recibiera a Carlos Salinas de Gortari y tener una reunión para limar sus diferencias. Así lo hice y al comentarle a Don Joaquín, este, se molestó mucho, no conmigo, sino con la situación, señalando que: “se fuera mucho a ching…. Y que no tenía nada que hablar con él. Es más señalaba que no se metiera con él ni con el sindicato a menos que quisiera sufrir un “accidente””. Así lo hice saber: no quería nada con Carlos y menos platicar con él. Me solicitaron que regresara para pedirle que viera a Raúl y tuve la misma respuesta, finalmente,me pidieron que recibiera a Don Fernando, con el que tuve la misma respuesta. No quería saber nada relacionado con Salinas de Gortari. La confrontación era real y directa… y al llegar al poder ,Salinas de Gortari, a los pocos días, se realizaba el operativo para detener a “La Quina”, colocándole un “muertito” que llevaron desde Ciudad Juárez y un cargamento de armas proporcionado, al decir de algunas investigaciones, por gentes ligadas a los grupos políticos y de espionaje de la CIA. La instrucción dada a Joaquín era de que se mantuviera en la operación sindical, pero que si invadía el área política y peleaba contra el gobierno apoyando a la oposición encabezada por Cárdenas, tal como lo hizo, podía llegar a la cárcel, tal como llegó. En política, los errores cuestan: el entierro, el destierro o el encierro.
ESTA ACCIÓN en contra de Joaquín Hernández Galicia estuvo acompañada de una intensa campaña de desprestigio en todos los medios de comunicación de tal suerte que pareciera que todos los males del país estaban radicados en la acción de los dirigentes sindicales, cuando en verdad, se continuaba con el saqueo de los recursos de PEMEX por parte de políticos, empresarios, banqueros y funcionarios. Pero, para el poder, siempre es bueno contar con un “chivo expiatorio” a la mano.
En realidad existía un gran temor en el apoyo logrado, no solamente en movilizaciones de gentes a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, sino también en el apoyo financiero que se pudiera alcanzar por parte de la dirigencia sindical, y por medio de su fuerza con otros grupos empresariales, por esa razón se le había fijado a Joaquín, la instrucción de que se mantuviera en los trabajos sindicales, pero, si invadía la acción política, le podían cortar las uñas y destruirle, tal como sucedió. Se le recordaba, continuamente, que: “El poder y el gobierno cuando dan, pueden ahogar y llenar cualquier bolsillo, pero cuando quita, puede destazar a los que alcanza” y esto fue lo que sucedió exactamente con “la Quina”.
Independientemente de que tenía mucho cuidado en hacer sus operaciones políticas, se evidenciaba, por ejemplo, cuando fue detectado la publicación del libro: “Un asesino en la presidencia”, ya que editado, se le recomendaba de que dejara de hacer acciones en contra de Salinas y se le pagarían los gastos de esa edición, pero, neciamente, alentado por un grupo de políticos ligados a Cárdenas, optaron por distribuir el libro, iniciando la distribución en la Suprema Corte de Justicia, donde fueron detenidos y decomisados muchos de esos ejemplares, que en verdad, no tenían nada de valor. Cuando esto sucedió, Gutiérrez Barrios, declaraba: “conspiración descubierta es conspiración abortada”. En fin, “La quina” seguirá haciendo historia de muchas anécdotas y de muchos pasajes en la vida sindical y política del país, no quedará ajeno a sus tiempos y circunstancias. Sabemos que sus últimos días no fueron los mejores, lleno de frustraciones, odios y resentimientos se vomitaba sobre sus mismos recuerdos…

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