sábado, 26 de mayo de 2012

Reflexiones sobre cartas secretas II


En el artículo del día sábado, contábamos sobre algunas reflexiones de la lectura del libro  de Robin Sharma: “Las cartas secretas del monje que vendió su Ferrari”, editado por Grijalbo y, entre otras cosas, señalábamos sobre las “prisas” que no nos permiten apreciar la vida y sus sucesos. Por esa razón, uno de mis amigos se permitió enviarme un texto de Josh Nonnenmocher, en donde se cuenta la siguiente historia real:
         “Un hombre se sentó en una estación del Metro en Washington D.C. y comenzó a tocar el violín, era una fría mañana de enero. Interpretó seis piezas de Bach durante unos 45 minutos. Durante ese tiempo, ya que era hora pico, se calcula que 1,100 personas pasaron por la estación, la mayoría de ellos en camino a su trabajo.”
         “Tres minutos pasaron, y un hombre de mediana edad se detuvo unos segundos, y luego se apresuró a cumplir con su horario.”
         “Un minuto más tarde, el violinista recibió su primer dólar de propina: una mujer arrojó el dinero en la caja, y sin parar siguió caminando”
         “Unos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar a el violinista, pero el hombre miró su reloj y comenzó a caminar de nuevo. Evidentemente se le hacía tarde para el trabajo”.
         “El que pone la mayor atención fue un niño de tres años. Su madre ha marcado a lo largo, se apresuró, pero el chico se detuvo a mirar al violinista. Por último, la madre empuja duro, y el niño siguió caminando, volviendo la cabeza todo el tiempo. Esta acción fue repetida por varios otros niños. Todos los padres, sin excepción, los forzaron a continuar adelante”.
         “En los 45 minutos que el músico tocó, sólo seis personas se detuvieron y permanecieron por un tiempo. Alrededor de 20 le dieron dinero, pero siguió caminando a su ritmo normal. Se recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y el silencio se hizo evidente. Nadie aplaudió, ni hubo ningún reconocimiento. Nadie lo sabía, pero el violinista era Joshua Bell, uno de los músicos más talentosos del mundo. Él había tocado una de las piezas más complejas jamás escritas, en un violín por valor de 3.5 millones de dólares. Dos días antes de que se presentara en el Metro, Joshua Bell, agotó las entradas en un teatro de Boston, donde los asientos se cobraron a un promedio de cien dólares”
         “Esta es una historia real. Joshua Bell estuvo tocando de incógnito en la estación del Metro y la presentación fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de la gente. Las ideas generales que abarcaba el estudio fueron las siguientes: en un entorno común a una hora inapropiada: ¿Percibimos la belleza? ¿Escuchamos? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado? Una de las posibles conclusiones de esta experiencia podría ser: Si no tenemos un momento para detenernos y escuchar a uno de los mejores músicos del mundo tocando la mejor música escrita, ¿Cuántas otras cosas nos estamos perdiendo?”. Indiscutiblemente, nos perdemos en la vida cuando sin reflexionar, escuchar, pensar, la “vivimos con prisas” y, es por esa razón que el mundo de encuentra de cabeza y se pierden los valores. En esto han contribuido los juegos de internet y la “caja idiota”, donde nos sentamos ante las mismas solamente para ir y sentir que estamos en algún lugar, pero no vivimos…
         En la actualidad los grupos de poder utilizan esa experiencia para imponernos lo que ellos quieren y los que les beneficia, a pesar de que nos perjudique a las mayorías que solamente estamos sentados frente a la “caja idiota” viendo el fut bol o las telenovelas” como una forma de evasión de la realidad y así, cuando de vez en cuando “despertamos”, la realidad nos aplasta y preferimos continuar sin “pensar”, actuando como robots… así ni para qué quejarse de lo que hacen los hombres y mujeres del poder… porque sin conciencia y sin ideología no nos podremos defender… la forma en cómo nos relacionamos con los demás, simplement, es el reflejo de la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y, cuando uno trata mal a los demás, es lógico que se trata mal a uno mismo.
 Y para no “vivir de prisa” es necesario pensar en que se debe realizar todo con pequeños progresos y es así que leemos en el Libro: “Las cartas secretas del monje que vendió su Ferrari” lo siguiente:
         “La manera en que hacemos las pequeñas cosas determina la manera en que hacemos todo. Si realizamos las tareas menores de modo correcto, también tendremos éxito en los esfuerzos más importantes. La maestría se convierte así en nuestra forma de ser. Pero más importante que esto es que cada pequeño esfuerzo sirve para realizar los siguientes, para que así, ladrillo a ladrillo, podamos construir verdaderas maravillas. Esto genera una gran confianza en uno mismo y se hacen realidad los sueños extraordinarios. Los verdaderos sabios reconocen que los pequeños progresos diarios siempre derivan en resultados excepcionales a largo plazo”.
         “Una larga marcha de mil kilómetros empieza con un primer paso”. Difícilmente alguien sabe en que nos depara el futuro y pocos podemos saber cómo es el camino que nos queda por recorrer, por ello, debemos estar atentos y concentrarnos en el paso siguiente. Así, paso a paso, logramos avanzar el camino o gran parte del mismo, logramos los objetivos. Sin duda la más pequeña de las acciones es mucho mejor que cualquier gran intención. Como decía Benito Juárez: “No se me juzgue por mis dichos, júzgueseme por mis hechos, mis dichos son hechos”. Por ello, los resultados, siempre son mejores que las palabras o las ideas que no se concretan.
         Y continua: “Vive lo mejor que puedas y trabaja de igual forma. No hay trabajos insignificantes en este mundo. Toda tarea es una oportunidad de expresar el talento personal para crear una obra de arte y ser conscientes del genio que podemos llegar a ser. Debemos trabajar tal como pintaba Picasso: con devoción, pasión, energía y excelencia. Así, nuestra productividad no solo se convertirá en fuente de inspiración para los demás, sino que tendrá impacto, pues cambiará las vidas de quienes nos rodean. Uno de los mayores secretos para vivir la vida de forma hermosa es llevar a cabo trabajos importantes. Y hacerlo de un modo tan magistral que los demás no puedan dejar de fijarse en uno”
         Por esta razón es que reflexionamos y meditamos en que esas “Cartas secretas del monje que vendió su Ferrari”, pueden servirnos y, así, agradecemos a nuestros lectores su paciencia y, con gratitud, les damos  gracias porque atienden lo que escribimos. Mi correo es socrates_campos8@yahoo.com.mx. Estamos para servirles.

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