domingo, 11 de marzo de 2012

Los desplazados

HAY PEQUEÑAS HISTORIAS QUE NOS HACEN REFLEXIONAR. En verdad que es bueno leer de vez en cuando las mismas y esto nos sirve para hacer una autocrítica sobre lo que hacemos, pensamos, sentimos, por ello, hoy escribo la pequeña historia del vuelo del halcón:
         “Un rey recibió como obsequio dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
         Pasados unos meses, el maestro informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente, pero que el otro no sabía qué le sucedía; no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó.
         El rey mando llamar a todo tipo de personas para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacerlo volar.
         Encargó entonces, la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió.
         Al día siguiente, por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil.
         Entonces, decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.
         A la mañana siguiente, vio al halcón volando por los jardines.
         El rey dijo a su cote: “Traedme al autor de ese milagro”. Su corte rápidamente le presentó a un campesino. Y el rey le preguntó: -¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago?.
         Intimidado el campesino le dijo al rey:- Fue fácil mi rey. Sólo corte la rama, y el halcón voló. Se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar.”.
         Muchos de nosotros estamos agarrados a alguna rama y nos impide descubrir que tenemos alas para volar a la libertad. Hay veces que por temor o por desconfianza y desconocimiento de nuestro valor interior nos impedimos volar. Estamos en zonas de comodidad y así creemos que eso es todo lo que necesitamos y todo lo que existe. Pensamos que es todo lo que sabemos y no queremos arriesgar nada. Así nos refugiamos en la comodidad de los valores conocidos, arrastramos los miedos y aumentamos nuestras limitaciones. Pensamos que en esa zona está toda nuestra historia y que ahí reinamos. Todo lo conocido, cotidiano y fácil… y nos olvidamos de nuestros sueños.
         Sí, tenemos sueños, buscamos resultados, oportunidades, pero en esa zona de comodidad no queremos correr riesgos, no queremos transitar por los caminos difíciles, duros, donde el esfuerzo y el dolor del crecimiento sea grande.
Por todo esto, al descubrir que hay que correr riesgos y buscar nuevos horizontes, estrechar nuevas manos de amigos y buscar la realización personal que nos gratifique en la vida, tenemos que dar el primer paso y dejarnos de aferrar a la rama que nos “brinda seguridad”, tenemos que correr el riesgo de volar, descubrir que podemos volar alto y ver que nuestros pensamientos, sueños y metas son caminos que podemos utilizar para llegar a los objetivos de la vida, verla con otra dimensión y disfrutar la vida y al mundo. Por eso, debemos de arriesgar. Todo cambio requiere de lucha y de esfuerzo.
         Para cambiar la realidad es preciso el conocerla, señalaba el Dr. Gustavo Baz Prada a los que le escuchábamos en sus pláticas del desayuno en el Club de Golf. Así que no importa que dolorosa sea la realidad pero necesitamos conocerla para cambiarla y, la Comisión Nacional de Derechos Humanos  realizó una Jornada de capacitación en materia de desplazamiento interno y ahí, académicos y especialistas señalaron algo que es verdad: “Mientras el gobierno del así siga sin reconocer la existencia del desplazamiento interno forzoso que ha causado su estrategia de “guerra” contra el crimen organizado, será cada vez más difícil saber cuál es la dimensión real del fenómeno y atender a las víctimas”.
         De acuerdo a la nota de Fernando Camacho Servín del diario LA JORNADA, se dice que “Sebastián Albuja, representante del Observatorio del Desplazamiento Interno del Consejo Noruego para los Refugiados, señaló que el gobierno federal es el encargado de resolver la falta de datos y cifras confiables sobre este tema, pero que no lo ha hecho porque eso implicaría admitir que hay desplazados por su estrategia de seguridad pública, y eso sería un “suicidio político””
“Leticia Calderón, especialista del Instituto Mora en temas migratorios aseveró que admitir la gran cantidad de desplazados internos en el país,  -serían un millón 600 mil de acuerdo con la empresa Parametría-, implicaría que el gobierno admitiera su responsabilidad”.
Y no solo que tuviera que admitir su responsabilidad, admitir sus errores y deficiencias, sus corruptelas, sus complicidades y, por lógica, admitir que están equivocados y que deben de cambiar las estrategias, pero esto es casi imposible con la forma de pensar de Calderón que tiene una visión represiva y violenta en la solución de  problemas como el de la inseguridad, sobre todo que solamente ha tenido el compromiso con la policía política y con la política establecida por el gobierno de los Estados Unidos que genera esta guerra para imponer su política militarista en la región y vender armas y comprometer a los gobiernos en el control político- Militar de sus ciudadanos para que ellos puedan continuar con su política de saqueos y de intervención directa en los asuntos internos de nuestros países, saqueando los recursos naturales y controlando su zona económica para el comercio que le beneficie a ellos, no a nosotros.
         ¿Y por qué razón le permitimos a los políticos generar una política represiva y antipopular? Tal vez, la razón está en que tenemos miedo de ver la realidad y de correr el riesgo de volar y aceptar nuestra responsabilidad ya que dejamos la misma en manos de irresponsables, ineficientes y corruptos que son los que nos llevan al fracaso y a la dependencia. El temor y el miedo nos impiden volar y exigir a los políticos que asuman su responsabilidad y que actúen en favor de los ciudadanos, no en favor de la protección de intereses bastardos internos y de la protección de los intereses norteamericanos que no son los mejores para nosotros. Si por miedo no entendemos que debemos correr el riesgo para el verdadero cambio político, económico y social, entonces, no nos quejemos de que nos corten las alas y nos castren. El que no arriesga, no gana.
 

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