miércoles, 21 de marzo de 2012

Cuando se pierde al amigo

Cuando uno logra conservar a un amigo por muchos años en la vida, sin duda, se debe sentir agradecido con la vida y con este amigo que nos muestra el don, que nos calma la sed y nos alegra la vida. Por eso, cuando un amigo se pierde, se llora, se hace luto, se siente, se conserva en el alma y en los recuerdos. El día 17 de marzo, murió en España, nuestro muy querido amigo Ignacio de la Mota y Oreja, un hombre bueno, talentoso, amigo de verdad, compañero de mil parrandas y de mil caminos, contaba con gracia esos chistes que a todos hacían reír y alegraba los momentos con gratas charlas y grandes esperanzas y sueños. Sin duda, era un gran soñador, era como visionario, como un monje en el camino de la vida, reflexionaba, quería, amaba, ayudaba, era un apóstol de Dios y no tenía siquiera malos pensamientos, no odiaba, bendecía, buscaba siempre lo bueno de todo y olvidaba ofensas y maldades.
         Era un gran escritor y promotor de todo lo que era la cultura y sobre todo, amaba profundamente a México, decía, de chiquillo, que él se vendría a México y no dejó de venir y de ir a su patria, las dos eran sus patrias, los dos grandes amores de Ignacio eran México y España, le dolían y por dolor las amaba. Escribió no sé cuántos libros, uno de ellos sobre Juárez, venía a Oaxaca, me acompañaba cada vez que venía y aquí, en las largas charlas, soñaba en estar siempre en estas tierras; fue fundador de muchas revistas y el creador de la Guía de los Medios y Banca Española, trabajamos juntos en el Canal 13 y tuvimos muchos momentos de esparcimiento, de paz, de trabajo, de creatividad. Sin duda, cuando muere su hijo, él, recibe un gran golpe al corazón, lo amaba tanto como amaba a cada uno de sus seres queridos y como se entregaba a sus amigos y así, tal vez, por el dolor, perdió la razón, la memoria. Un hombre de gran talento e inteligencia se encerró en el olvido…
         En México, logró muchos amigos que sin duda le llorarán y le extrañarán, sabíamos y nos dolía su encierro en el olvido, así lo quiso el destino y su vida, así lo determinó él con Dios, tal vez, en ese encierro del olvido, no lo sabemos, él, tenía pláticas con Dios y con sus seres amados a los que tanto extrañaba, tal vez, en ese tiempo, quiso acortar las distancias y cubrir las ausencias y no hay más diálogo con uno y con Dios que en el silencio y el olvido. Sin duda, lo extraño y lo extrañamos mucho, sin duda, las lágrimas rodarán por el ausente que siempre está presente. Que descanse en paz nuestro querido Ignacio de la Mota y Oreja, dejó muchos libros y muchos buenos recuerdos, momentos no perdidos que hicieron y hacen la alegría de los que le conocimos.
         Y como a los amigos se les honra, hoy quiero honradle como lo podría hacer él, en vez de llanto, risas, y en vez de pomposidades buenos recuerdos, así que contaré algo que demuestra que los grandes hombres tienen un gran sentido del humor, Albert Einstein que vivió de 1879-1955, fuera Premio Nóbel tenía ese genio del humor, así que un día, un periodista le preguntó a Einstein: “Me puede usted, explicar la Ley de la Relatividad?. Y Einstein le contestó: “Me puede usted, explicar cómo se fríe un huevo?”. El periodista lo miró extrañado y le contestó: “Pues sí, sí lo pudo”. A lo cual Einstein replicó: “Bueno, pues hágalo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego”… y así son las cosas de la amistad y de la vida, están, son tan reales que no se pueden explicar simplemente…
         Cuentan que en la época del nazismo, como Einstein, era judío, los fascistas buscaban la forma de desprestigiarle en sus investigaciones, por esa razón los jefes nazis compilaron las opiniones de 100 científicos que contradecían a Einstein, publicando un libro llamado: “Cien autores en contra de Einstein”. Cuando conoció la publicación, Albert, contestó: “¿Por qué cien?. Si estuviera errado haría falta sólo uno”…
         Y como todo genio, Einstein, mostraba su velocidad y creatividad en sus respuestas; en una conferencia en Francia, el escritor francés Paul Valery, le preguntó: “Profesor Einstein, cuando tiene una idea original, ¿qué hace? ¿La anota en un cuaderno o en una hoja suelta? Einstein, le respondió:”Cuando tengo una idea original, no se me olvida”. Así, también, Ignacio de la Mota, cada vez que tenía una idea original o una preocupación por algo de la vida, no se le olvidaba, se ponía a trabajar y publicaba un artículo o producía un libro…
         Einstein tuvo tres nacionalidades: Alemana, suiza y estadounidense. Al final de su vida un periodista le preguntó que posibles repercusiones Habían tenido sobre su fama estos cambios. Einstein le respondía: “Si mis teorías hubieran resultado falsas, los estadounidenses dirían que yo era un físico suizo; los suizos que era un científico alemán; y los alemanes que era un astrónomo judío”…
         En una reunión social, Einstein, coincidió con el actor Charles Chaplin. En el transcurso de la conversación, Einstein le dijo a Chaplin: “Lo que he admirado siempre de usted es que su arte es universal; todo el mundo le comprende y le admira”. Y Chaplin le respondió: “Lo suyo es mucho más digno de respeto: todo el mundo le admira y prácticamente nadie lo comprende”.
         Einstein era un gran charlista y en las reuniones de políticos y de científicos, contaba que: “En los años 20 cuando Albert Einstein empezaba a ser conocido por su Teoría de la Relatividad, era con frecuencia solicitado por las universidades para dar conferencias. Dado que no le gustaba conducir  y sin embargo el coche le resultaba muy cómodo para sus desplazamientos, contrató los servicios de un chofer.
         Después de varios días de viaje, Einstein le comentó al chofer lo aburrido que era repetir lo mimo una y otra vez.
         “Si quiere –le dijo el chofer- lo puedo sustituir por una noche. He oído su conferencia tantas veces que la puedo recitar palabra por palabra”.
         Einstein estuvo de acuerdo y antes de llegar al siguiente lugar, intercambiaron ropas y Einstein se pudo al volante. Llegaron a la sala donde se celebraría la conferencia y como ninguno de los académicos presentes le conocía no se descubrió la farsa. El chofer expuso la conferencia que había repetido tantas veces Einstein. Al final, un profesor le hizo una pregunta, el chofer no tenía ni idea de cuál podría ser la respuesta, sin embargo tuvo un chispa de inspiración y contestó: “La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que la responda la persona que se encuentra al final de la sala… que es mi chofer”…
         “El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto delante de un tonto que aparenta se inteligente”… descansa en paz, Nacho de la Mota…

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