sábado, 24 de marzo de 2012

Club 99

No hay duda que vivimos en una situación donde la ambición de dinero, poder, reconocimiento, bienes materiales, nos hacen perder los rumbos. Si los políticos tuvieran la misión de servir y de no servirse, tal vez, las cosas serían distintas, mejores, más humanas. Hay un cuentito que nos manda Ana de la Rivera que se titula: EL CLUB 99 que nos debería hacer reflexionar.

“Erase una vez un rey, que a pesar de sus lujoso estilo de vida, no era feliz.

Un día, el Rey observó a u sirviente que cantaba alegremente mientras trabajaba. Esto fascinó al Rey. ¿Por qué siendo él, el Supremo Soberano de la Tierra, era tan desdichado y sombrío, mientras que en un humilde siervo había tanta alegría?. El Rey preguntó al sirviente: ¿Por qué están tan contento?.

El hombre respondió: “Su Majestad, yo soy nada más un sirviente, pero mi familia y yo no necesitamos demasiado –sólo un techo sobre la cabeza y comida caliente para llenar nuestros estómagos”.

El Rey no quedó satisfecho con esta respuesta; más tarde en el día, solicitó el asesoramiento de su consejero de más confianza. Después de escuchar al Rey hablar sobre sus quejas, pesares y la historia del sirvo, el consejero dijo: “Su Majestad, creo que el sirviente nunca ha sido parte de El Club 99”

“El Club 99? Y qué es exactamente eso?” Preguntó el Rey.

El consejero respondió: “Su Majestad, para saber realmente lo que es El Club 99, usted debe colocar 99 monedas de oro en una bolsa y dejarla en la puerta de la casa del sirviente”

A la mañana siguiente el sirviente vio la bolsa, la recogió y la llevó dentro de su casa. Cuando abrió la bolsa, dio un gran grito de alegría… Cuántas monedas de oro!.

Comenzó a contarlas todas. Después de varios intentos, quedó convencido de que había 99 monedas. Se preguntaba. “Qué podría haber ocurrido con la última moneda de oro? Seguramente, nadie dejaría 99 monedas!” Buscó por todo lugar. Quizá se había extraviado, pero no la encontró. Finalmente, agotado, decidió que iba a tener que trabajar más que nunca para ganar la moneda de oro que le faltaba y completar las 100.

A partir de ese día, la vida de aquel siervo cambió. Trabajaba en exceso, se tornó en un hombre horriblemente gruñón, castigaba a su familia por no ayudarlo a ganarse la moneda de oro y dejo de cantar mientras trabajaba.

Testigo de esa transformación drástica, el Rey se mostró perplejo. Cuando él busco de nuevo a su asesor, el asesor dijo: “Su Majestad, el siervo ahora oficialmente se ha sumado a El Club 99”. Él continuó: “Se le llama El Club 99 a las personas que tiene lo suficiente para ser feliz, pero nunca lo son, porque siempre están anhelando y luchando por esa extra y última “moneda”, refiriéndose a sí mismo: “Sólo tengo que obtener esa última cosa y entonces voy a ser feliz para toda la vida” “O si yo tuviera… o fuera… entonces sería feliz para el resto de mi vida”

Podemos ser felices, incluso con muy poco en nuestras vidas, pero en el momento en que se nos da algo más grande y mejor, queremos más!. Perdemos nuestro sueño, nuestra felicidad, herimos a la gente que nos rodea, y todo esto a un precio mayor. “La ambición, rompe el saco”. De eso es lo que se trata al unirse al Club 99.”

Así, hemos visto a lo largo de nuestra vida, que acumula muchos años y muchas experiencias, algunas reflexiones, muchas alegrías y muchas penas, mucho llanto, mucha esperanza… a muchos políticos y amigos que ambicionando más, se quedan sin nada. Pierden su valor y su lozanía, su visión del mundo y de la vida, pierden a los suyos y a los que quieren y se van convirtiendo en seres desalmados, egoístas, brutales, crueles, malos. No se satisfacen con nada, siempre quieren más y ambicionan lo que no tienen para generar rencor y envidias, así, se van perdiendo en la vida. Así, se van brutalizando. Así, hemos visto llegar a sus últimas consecuencias a los hombres de poder en la presidencia y no se satisfacen con nada, lo quieren todo, pretenden imponer sus ideas o sus caprichos para demostrar que son algo, que tienen el poder y que mandan. Así, hemos visto la transformación de Calderón o de Fox o de otros tantos, a los que el poder enloqueció; creyeron que lo podían todo y pretendieron demostrar que lo podían, por eso jamás llegan a ser tranquilos, felices, solidarios, amorosos, todo lo que brilla y creen que opaca su propio brillo de oropel, debe ser acumulado por ellos y se van destruyendo y van destruyendo y matando a muchos en esa ambición desmedida, de poder o de riquezas…

Es tal la ambición que en el año del 2010, de acuerdo a los estudios publicados, se dice que en México se “PIERDEN 100 MIL MILLONES DE PESOS EN COMPRAS PÚBLICAS”. Y LA VERDAD ES QUE NO SE PEIRDEN, SE ROBAN, SE DESVÍAN, POR MEDIO DE LA INEFICIENCIA, LAS COMPLICIDADES Y LAS CORRUPTELAS entre empresarios, funcionarios y políticos. “Anualmente se gastan 700 mil millones de pesos en compras públicas pero se pierden entre 70 mil y 100 mil millones de pesos por las malas prácticas en los procesos, según lo declara Elizabeth Yañez Robles, subsecretaria de Responsabilidad Administrativa y Contrataciones Públicas de la Secretaría de la Función Pública” y, los ciudadanos nos preguntamos: ¿si saben cómo se fugan o se roban esos dineros de la sociedad, por qué razón no hacen nada y, en vez de hacerse como “El Tío Lolo”, consignan o detienen a los rateros?. La respuesta es que: “Chinto, tapa a Chinto” y con las declaraciones se dan por satisfechos, pero en realidad no paran los robos, las transas y las fugas de miles de millones de pesos a los bolsillos de políticos, funcionarios y sus cómplices empresariales, porque para robar en este sistema se requieren a dos partes y, curiosamente, los encargados de la vigilancia de los fondos públicos, sabiendo cómo se roban y lo que se roban, no hacen nada… total ,en POLÍTICA: SOCIOS O CÓMPLICES, ES LO QUE FUNCIONA… Y, CÍNICAMENTE, eL Director del ISSTE declara que:”se estima que las pérdidas por corrupción en los procesos de compra equivalen a la construcción de un hospital cada año”… además de cínicos, rateros, son “asesinos”, al impedir que se trate a muchos pacientes… pero aguantamos, por tontos y cobardes.

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