lunes, 4 de enero de 2016

La paciencia

“LA PACIENCIA ES UN ÁRBOL DE RAÍZ AMARGA PERO DE FRUTOS MUY DULCES”. Proverbio Persa.
La vida tiene  muchos caminos, sin duda  hay los que solamente conducen a las desgracias y otras a lo que se puede y debe construir. Se conocen historias terribles que además de estar ocultas y silenciadas se procura que no se conozcan porque avergüenzan a todos. Nadie quiere hablar de ellas pero existen, es el caso que nos comenta y narra Rosi Morales, en un artículo publicado en Milenio, el día 18 de Diciembre: “ALICIA NO TENÍA NI 14 AÑOS Y YA HABÍA SIDO VENDIDA TRES VECES”     :
“Alicia no sabe su fecha de cumpleaños, tampoco sabe leer ni escribir. Nació cerca de Juchitán, Oaxaca. Habla zapoteco y, con cierta dificulta español. Pese a todo lo que ha sufrido, en su voz hay inocencia y ternura”.
“La conocí en un refugio cuando ella tenía 14 años. Estaba desnutrida y deprimida; no quería vivir. Le prometimos justicia y desde entonces la hemos acompañado. Por ello, durante los últimos seis años, hemos buscado que las autoridades hagan su trabajo y parece que por fin lo hemos conseguido. Hace unos meses Alicia recibió la noticia de la aprehensión de Margarita Jiménez López, la mujer que la esclavizó por más de dos años”.        
“En Juchitán, Oaxaca, así como en otras regiones donde hay gran población indígena, la venta de niñas es común. Por desgracia, la condición indígena ha estado ligada durante mucho tiempo a la marginación económica y social. Víctimas de la pobreza y la discriminación, los indígenas son uno de los grupos más vulnerables a la trata de personas.”
“Miles de niñas indígenas son forzadas a la servidumbre. Son vendidas por sus padres en sus pueblos y trasladadas a las ciudades para hacer el trabajo doméstico en casas de las que no se les permite salir. En algunos casos, estas niñas no solo no reciben un sueldo ni una buena alimentación, sino que además son golpeadas, torturadas, amenazadas y a veces abusadas sexualmente. Alicia fue víctima de ese infierno”
         Así aunque uno piense que esto no puede acontecer en el México moderno del que nos hablan los políticos, es una realidad. Hablamos de libertad y desarrollo cuando no hemos logrado evitar la violación a los derechos elementales de miles y miles de niñas y niños en las poblaciones indígenas donde son vendidos y tratados como esclavos, a muchas de las niñas se les lleva a los bares y se les prostituye para que sean el gancho a las ganancias y al consumo de bebidas y drogas  para que los dueños de esos bares se sigan enriqueciendo con la total impunidad y con la protección de la policía y de las autoridades de los sitios en donde operan. En muchas casas de Oaxaca y de la zona del Istmo se pueden conocer historias como las que nos relata Rosi Orozco: “Presidenta de la Comisión Unidos contra la Trata”.
EN ESTA TERRIBLE HISTORIA APARECE, PARA QUE NOS INDIGNEMOS MUCHO MÁS, LA FIGURA DE UNA LIDEREZA POLÍTICA, SU HIJA Y SU HIJO QUE ESCLAVIZARON, MALTRATARON Y VIOLARON A ESA NIÑA Y QUE, POR FORTUNA, YA FUERON DETENIDOS Y AL PARECER CONSIGNADOS. Pero hay muchos casos más en todo el país, en la zona del Istmo, donde muchas familias de clase media se dan el lujo de continuar comprando niñas y niños para esclavizarles y para explotarles no solamente en el trabajo sino en las relaciones sexuales a los que les someten. Las autoridades brillan por su ausencia o bien son parte de las sociedades y complicidades en este sistema que debe ser atacado y eliminado.

Hace algunos años, cuando empezaban los procesos migratorios de centro América, estábamos un grupo de amigos en un restaurante en Salina Cruz, cuando una chiquilla que no tenía 15 años acompañada de dos hermanitos más pequeños se acercó a nosotros y en su media lengua nos ofrecía sexo oral o relaciones a cambio de unos pesos para poder comer y dar de comer a sus hermanos. Al preguntarle la razón por la que hacía esto, nos platicaba que ella y sus dos hermanitos se había extraviado de sus padres que caminaban a los Estados Unidos en esa ruta que, horrorizado, ha contado negras historias el padre Solalinde y que abandonada y sin ayuda, no le querían dar apoyo ninguna autoridad. Le apoyamos en ese momento y la llevamos a la presidencia donde los burócratas se escondían y decían que ellos no tenían ni recursos ni forma de apoyarles, que las lleváramos al DIF, donde aparentemente los recibieron y no supimos más de su tragedia. Al paso del tiempo, cuando recuerdo esa terrible historia, me doy cuenta de que no hicimos todo lo que deberíamos hacer y que dejamos a medio el esfuerzo. Sin duda, la tristeza debe ser brutal para niños como esos y los que cuenta Rosi, que realiza un gran esfuerzo con su organización para brindar apoyo a esos niños y niñas que sufren de tal crueldad y explotación en el México de las “reformas” que excluyen la atención a miles de pobres que sufren de esas tragedias que, en su zona, son las cotidianas…

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