lunes, 4 de enero de 2016

Antonio Díaz Soto y Gama

 EL 20 de Agosto de 1947, Antonio Díaz Soto y Gama, publicaba en El Universal su artículo: LOS VENCEDORES, es bueno reflexionar sobre el tema cuando vemos que no ha cambiado nada el sentir y el actuar de los políticos en el poder: “Jamás olvidaré la lección que sobre historia, política y sociología me dio una persona ajena en todo y por todo a la historia, a la política y a la sociología”
         “En un corrillo empezaba yo a expresar mi opinión sobre Hernán Cortés, cuando de pronto uno de los interlocutores atinadamente me interrumpió diciendo en forma concisa y lapidaria: “Yo no creo en Hernán Cortés por una razón única… porque fue vencedor”…
         “Quedé a la vez convencido y asombrado. Convencido por lo vigoroso y rotundo del argumento. Asombrado por la penetración y profundidad que dio pruebas aquel profano en materia en que especialistas eminentes de modo lastimoso desbarran” ( lo vemos hoy con los doctores formados en el extranjero que no solamente desbarran sino que la cag… a cada paso)
         “En efecto me dije cuando me hube quedado a solas: si Hernán Cortés triunfó, fue con frecuencia a costa de la lealtad y de la rectitud. No fue leal con su jefe y protector Diego de Velásquez, fue en lo absoluto desleal y carente de caballerosidad y gratitud con Moctezuma, de cuya confianza, amistad y benevolencia abusar. Por la puerta falsa entró para suplantar al emperador azteca y hacerse dueño de sus dominios. El ilustre fray Bartolomé, el defensor inmortal de los indios, hubo de echárselo en cara. En el que no entra por a puerta, obra como ladrón, tuvo que confesar Cortés a Las Casas al preguntarle éste que “con que justicia y conciencia había preso a Moctezuma y usurpándole sus reinos”.
         “¿Y qué diremos de algunos otros de nuestros vencedores? ¿Qué decir de Iturbide, el hombre que sin ningún escrúpulo rompía juramentos de fidelidad y cambiaba de causa y de bandera según el sentido o el rumbo en que soplaban sus ambiciones? ¿Y de Santa Ana, el eterno trásfuga, el veleidoso y tornadizo, el traidor a todas las tendencia y a todos los partidos? (Hoy en día, les dicen: políticos chapulines…)
         “Santa Ana venció seis, siete, ocho veces. Pero ¿Cómo venció? A fuerza de vergonzosos malabarismos y continuas prevaricaciones; a expensas de los compromisos que ayer contraía para burlarlos al día siguiente. Triunfó por insincero y por comediante, por la consumación de actos de bajeza, de tartufería y de histrionismo”
         “De los contemporáneos (1910 en adelante), ni qué hablar. Los hemos tenido de todos los tamaños y categorías vulgares, arribistas clásicos, logreros empedernidos, mañosos estupendos, intrigantes de genio, hijos mimados de la fortuna, astutos con sagacidad vulpina, lobos con piel de ovejas, impostores disfrazados de apóstoles , negociantes con habilidad y audacia apenas concebibles, especuladores anonadantes. Pero todos, eso si, afortunados invencibles, maestros en el arte de apoderarse del poder y de no abandonarlo jamás” (como si fuera futurólogo, le dio al clavo en sus definiciones que hoy se aplicarían a todos los políticos de todos los partidos)
         “Han vencido sí, ¿pero en qué forma? Como lo hacen todos los vencedores: echándose los escrúpulos a la espalda, sacrificando a veces la conciencia, a veces la gratitud o la amistad, echando al olvido las conveniencias de orden moral, transigiendo con el crimen si es preciso, aceptando compromisos inconfesables, recurriendo a la genuflexión, a la prosternación, a todo género de humillaciones y componendas, si ellas son útiles o indispensables para el triunfo”.
         “Cuando se profesa la religión del éxito, cuando se tiene como único programa el conocido y desquiciado aforismo: “en política todo es permitido y perdonado, menos la derrota”, todos los medios son buenos y todos los procedimientos aprovechables, con tal que permitan llegar a la cumbre. Pero ¿Los intereses de la colectividad? Ellos sólo cuentan si por casualidad coinciden con las miras personales o bien, transitoria y excepcionalmente en el mejor de los casos, con las miras y las exigencia del grupo, camarilla u oligarquía de que se forma parte”

         “Y lo peor es que, una vez en las alturas que producen vértigo, muy pronto se pierde el sentido de la realidad. La adulación y el suficientismo se apoderan del ánimo y hacen su efecto. Se comienza por molestarse con las críticas y censuras, por fundadas que sean; causan ellas después irritación, y a la postre se acaba por desdeñarlas. Este es el periodo de la franca decadencia: se procuró, al principio, muy al principio, satisfacer la opinión pública, y se termina repudiándola y atendiendo sólo al consejo o a las pérfidas insinuaciones delos turiferarios, de os que mejor saben manejar el incienso y la lisonja” (los lameculos). Así, por tales razones, por la visión de hombres libres y plenos, los políticos, niegan el valor de la historia: porque se ve la podredumbre del presente…por eso hay que leer y estudiar la historia… algo se aprende.

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