viernes, 17 de julio de 2009

"Policías científicas" sin vocación


CUANDO ENTRE A LA PRIMARIA, MIS PADRES, QUE ERAN MAESTROS SIEMPRE ME ACONSEJABAN QUE, INDEPENDIENTEMENTE DE LO QUE ME DIJERAN LOS DEMÁS, DEBERÌA SEGUIR LA MOTIVACIÓN DE MI VOCACIÓN. Cuando salía de prevocacional me enviaban a un sitio que recuerdo se llamaba “centro de orientación psicopedagógica de orientación vocacional” y nos realizaban una serie de pruebas y de entrevistas para darnos mejor idea de lo que teníamos como elementos y a dónde se enfocaba nuestra vocación. Al terminar la preparatoria también teníamos claro qué queríamos y sabíamos a dónde enfocar nuestros esfuerzos para cumplir con nuestra vocación, porque decía mi señor padre, Homero, que no importaba que uno fuera bolero o chofer, siempre, debería ser uno el mejor bolero y el mejor chofer para dar cumplimiento a la vocación y esto, se ha dejado de hacer, en lo que llamamos, pomposamente, la “policía científica”.

Con los atorones y los enfrentamientos donde no hay relaciones pactadas y en verdad tienen que enfrentar la furia y la violencia de un grupo criminal, los policías científicos que no tienen nada de esto y menos cuentan con la vocación de policías, porque han sido enrolados como miembros de vocaciones frustradas o mediocres que no pueden encontrar un mejor empleo y, a falta de oportunidades o de valor profesional, han ingresado a la policía, porque cumplen con la edad, la talla, cuentan con los cuates para que pasen los exámenes de confianza, pueden, en algunos casos, tener algunos recursos para poder “aceitar la maquinaria de la justicia y poder ingresar al cuerpo de seguridad” y, en muchos otros, no podrán negar, los flamantes funcionarios, burócratas de alto nivel en la “seguridad pública” que, por recomendaciones políticas o por acuerdos de algunos grupos, se escogen a varios elementos y, las mismas mafias, les pagan sobresueldos para que pueden ingresar con toda facilidad a los cuerpos de la seguridad encargados y operados por la “policía científica”.

La realidad es que no se llega a la policía por vocación, se recluta a muchos por simple edad, talla, recomendación, porque terminaron una carrera y en ella, no dan el ancho o no encuentran empleo y, para no estar de flojos, pues llegan con los títulos de estudio profesional a ingresar a la policía que, de inmediato, sin vocación, les brindan ingreso para que vayan haciendo méritos de campaña y es así que muchos policías científicos además de no contar con la formación adecuada para el puesto, tampoco tienen la vocación y, sin vocación, es lógico que realicen una actividad mediocre, llena de frustraciones y de lamentaciones, por ello, cuando tienen que demostrar el valor y la capacitación de su “formación científica” vemos que se enconchan, se esconden, se refugian en sus centros y se lamentan de que no cuentan con los equipos adecuados, que no les pagan sus sobresueldos, no les dan sus viáticos, no les brindan lugares dignos para dormir, comer y bañarse y se quejan de que, en muchos casos, les envían a las zonas militares y por supuesto que tienen que entrar a la disciplina militar y comer del rancho, dormir en las literas de la tropa y esto, pues no estaba contemplado en su esquema de vida y de desarrollo profesional y es así cuando llegan a la conclusión de que: “SI QUIEREN SER POLICÍAS VIEJOS, SE DEBEN HACER PENDEJOS” y esto es exactamente lo que hacen para que el presidente crea o le hagan creer, que cuenta con una policía científica, preparada, valiente y dispuesta a ofrendar su vida, cuando en la realidad, a los primeros tiros, se van corriendo a los cuarteles y se niegan a ir a combatir a la delincuencia, porque solamente siguen el ejemplo de sus mando que, desde la comodidad de sus oficinas, con los sueldos altos que perciben, con las transas que pueden realizar, con los “regalitos que les llegan por servicios extraordinarios”, por la comodidad con la que se pueden pagar buenos hoteles y comer en mejores restaurantes y recibir algunos extras, enviados por los jefes de los grupos mafiosos, pues mejor no hacen nada y dejan que los “malos” anden como en su casa, total, nadie les compra la vida y menos la repone, cuando se van a la tumba y, ellos mismos pueden comprobar que, a las viudas y huérfanos solo les dan, cuando mucho, la bandera del ataúd o los largos peregrinares para que les cubran el valor del seguro y, muchos trámites para que puedan ser beneficiarios de las pensiones y de las becas que, normalmente, se reparten entre los amigos del jefe o los cuates del mero mero…

Es lamentable observar que cuando llegan los “refuerzos de policía para el combate, sin cuartel, al crimen organizado”! los policías, llegan en bolita o materialmente hechos bola y se “hospedan” en instalaciones donde andan colgando los calzones y los pantalones en los tendederos de las mismas, como si vivieran en una vecindad, no tienen baños, andan en el campito sin papel higiénico y expuestos a que les pique los mosquitos y se les infecten los piquetes, no se pueden bañar, comen como si tuvieran hornillos de albañilería que, son folclóricos, pero nada prácticos para brindar una mediana o mediocre alimentación a los que, se supone, tienen que estar en buenas condiciones físicas para, cuando menos, correr a esconderse cuando se inician las balaceras. Los chalecos, dicen los que los cargan, porque los jefes no se visten con esas fachas que no sirven, que son pesados, que son incómodos, que no resisten ni el disparo de una resortera o de un canicazo, pero los que han realizado el negocio de las adquisiciones de los equipos, sostienen que son de lo mejor y que se lograron importantes ahorros en el gasto, cuando todos sabemos que se han embolsado mucho dinero. Lo mismo sucede con el armamento y es increíble que hasta la fecha, no se puedan dar cuenta que no pueden ser de la misma medida las cachas de las pistolas que utilizan los gringos, grandotes, bien comidos y con manos grandes, que la de nuestros policías, panzoncitos pero llenos de pasión, cachondería y corazón, que tienen tallas bajas y manos chiquitas y, que bueno que tienen manos chicas, porque si así roban mucho, con manos grandes, ni quién se las llene.

Los policías de la tropa, los del infeliciaje, pues sostienen, tal vez, basados en los muchos conocimientos que han adquirido en los cursos intensivos de la “policía científica” que, los mando y los funcionarios, no saben operar con las estrategias debidas, olvidando que, si les envían a otras zonas donde no están operando los narcos o los delincuentes, es para protegerles la vida, ya que se ha demostrado que en cada enfrentamiento salen perdiendo y eso que, los delincuentes, dicen los políticos, están en franca decadencia, llenos de miedo y de terror, están en desbandada y en retirada y todo lo que hacen es solamente la demostración que están jodidos y los traen por la calle de la amargura, pero en fin, la realidad es que si no se hacen los operativos en forma correcta, deberían entender que los jefes y los burócratas consentidos, lo hacen para que no se pierda el empleo, porque si como dicen, en un dos por tres, pueden terminar con los delincuentes, pues entonces, no existe razón para que tengamos tantos policías y se irán a la desocupación, de donde, algunos, sostienen, jamás debieron dejarles salir.

En fin, la realidad es que tenemos una policía mal formada, desorganizada, transada, encabronada, resentida, frustrada y eso que se han despilfarrado miles de millones de pesos que se quitaron a los programas sociales y de empleo y, el único sitio donde el presidente del desempleo, Felipe Calderón, ha creado algunos empleos mediocres e inservibles, pues es en las policías, de tal suerte que han tenido que recurrir a los militares y a los soldados para que hagan el trabajo que, esos inútiles, no saben o no quieren hacer, total, para quemarse o morir, pues están los que deben lealtades y obediencia y, lo han demostrado siempre. Los policías, como en Oaxaca, solamente saben cargar maletas en los aeropuertos o galantear con las niñas bien o las mujeres bonitas, porque eso sí, ni negar, con uniforme dejan de ser, lo que realmente son… sin dejar de ser algo, si vocación.

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