lunes, 13 de junio de 2011

La Lagunilla y Tepito

DE jovencillo, como vivíamos en la Calle de República de Chile 47, entre Perú y Belisario Domínguez, en el Centro Histórico y cursábamos la primaria en la Escuela Abraham Castellanos en lo que es la Plaza del Estudiante, a un lado de la Iglesia de El Carmen, cerca de el barrio de La Lagunilla y cercana también al barrio de Tepito, tuve la oportunidad de pasar todos los días por la Arena Coliseo y por la famosa Casa de Moneda e ir de vez en cuando a incursionar por la zona del mercado de los dos barrios, no hay duda que entonces se hablaba de lo peligroso que era en algunos puntos y horas el pasar por calles del barrio de La Lagunilla, sobre todo la calle cercana al mercado que se llamaba Panamá y era la calle donde abundaban las prostitutas, conocida por la “calle del órgano” y bueno, después de ahí, quedaba el callejón de Mariana del Toro R de Lazarín que daba exactamente frente a la entrada de la vecindad en que la crecimos al lado de mi hermano Ariel y donde mi padre podía transportarse fácilmente a su empleo en ese entonces de la Secretaría de Salubridad, y cuando teníamos oportunidad los días sábados, mi hermano y yo salíamos a vender calcetines que nos daba un padrino para vender con alguna utilidad y es así como también “toreábamos” con puestos ambulantes para que no nos llevaran a la delegación.

En esos barrios se sabía la existencia de los magnates de la droga como lo eran Lola “la chata” que tenía sus picaderos en muchas vecindades de Tepito y la Lagunilla, ahí se contaba que en los cuartos existían siempre una imagen de la virgen de Guadalupe y al lado, varios cajones donde encontraban marihuana, tecata, heroína fina, pastillas y otras más y que también había sitios para que los drogadictos pusieran el pago de cada cosa que tomaban ya sea en dinero o en especie, por ello los robos de carteras, bolsas y relojes abundaban en la zona y los sitios donde se vendían esos productos para satisfacer las ansías de los drogadictos. Curiosamente todos sabían donde estaban los sitios y alguna vez los recorrimos como muestra de lo que no deberíamos hacer con algunos adultos que se preocupaban porque los jóvenes no llegaran a ser drogadictos o borrachines, como abundaban en las colonias del Centro. Normalmente los maestros se dedicaban a enseñar no solo las materias obligatorias, hablaban de los casos de jóvenes de talento que habían caído por la desintegración familiar y por problemas de conducta en el alcoholismo o las drogas o de muchachas. engañadas, decían ellos, por los padrotes del barrio para convertirlas en drogadictas y prostitutas, los mismos comerciantes que nos conocían estaban pendientes de nuestra conducta y formas de actuar, con qué amigos andábamos y les comentaban a nuestros padres. La violencia no se vivía como se vive hoy por el tráfico de drogas y las corruptelas de las policías o los intereses en el contrabando que se genera en la zona, donde se mueven millones de dólares todos los días gracias a la complicidad y sociedades de políticos, policías y empresarios que han logrado en esos barrios que la violencia sea una constante y que las oportunidades de estudio y de empleo se vean reducidas. a que los jóvenes se conviertan en traficantes, drogadictos o sicarios para cobrar las cuentas y robarse los dineros y mercancías o proteger los territorios de cada banda o de cada contrabandista y eso sí, se puede ver en esas calles que llegan los políticos, policías o funcionarios de aduanas a cobrar las cuotas que van hasta el “jefe”.

A veces, me pregunto cómo pudimos salir de ese barrio a pesar de que dejamos el corazón en el mismo, siempre que tengo oportunidad voy a recorrer esas calles del centro y veo su deterioro, vago por los puestos ambulantes y sorteo a los ratas o vendedores de contrabando y drogas y así, cuando hay algún chance, voy a las calles de la Lagunilla a recorrer los puestos de “viejo”, donde se ven antigüedades de todo tipo y muchas cosas más que despiertan los recuerdos de esos tiempos, cuando mis padres caminaban por esas calles con seguridad, sabiendo cada uno el lugar y el respeto que se recibían por ser el maestro o doña Clementina, la que ponía las inyecciones a los enfermos cuando se requerían en las vecindades a cualquier hora, en fin, hoy, vemos cómo el proceso se violenta más, anteriormente los pleitos eran a golpes, para robar le aplicaban “la china” o le mostraban una navaja de muelle y no pasaban las cosas de ahí, de vez en cuando, los pelitos entre padrotes cobraban vidas o entre borrachos o drogadictos llegan a la sangre, pero hoy son la tragedia de cada día y llegan jóvenes menores de edad en motocicletas con armas y disparan a cualquiera que esté marcado por la muerte y le dan un tiro en la cabeza y todos se hacen a un lado, nadie habla, ellos siguen viviendo ahí, no salen de esas calles y la policía sabiendo de qué se trata y quién ordenó la ejecución hace como que investiga para que le unten de dinero las manos manchadas de sangre… esta es la realidad, no solo de esos barrios, es la realidad en cientos de colonias y miles de calles en todo el país y todos le siguen haciendo la “tío Lolo”, todos nos hacemos pendejos porque no queremos conflictos ni problemas con la policía que es la que promueve y genera la violencia o con los grupos que ellos controlan o con los que se encuentran ligados y comprometidos por medio de las complicidades o de las corruptelas… todo, es cuestión de dinero…

Y es cierto lo que dicen en el barrio de que “la piedra cambió a las gentes y al barrio”, las riñas y los pleitos no son por mujeres o lugares para poner el puesto, son por las drogas y su control, por el manejo de la policía y el manejo del dinero que producen, ya no hay pleitos de mano, ahora, son con pistolas y cuernos de chivo, ya no hay bailes en las vecindades, no, hay reventones controlados donde lo que importa es el consumo de drogas y de alcohol y esto se hace en grupos, con música especial que se vende en los puestos de la calle, donde con veinte pesos se consigue de todo para ponerse hasta la madre… y perderse. Total, dicen los chavos: más vales vivir un tiempo bien que cien de pendejos y cobardes, en la jodidez… nos vamos a morir y cuando menos así podemos vivir por algo y en la lela, sin tener conciencia, sin preocupaciones, perdidos, porque perdida está esta generación en las drogas y las desesperación…y ¿usted cree que los políticos, policías, empresarios que goza de los frutos del contrabando y del tráfico de drogas o de la venta de armas saben lo que sufren las familias en los barrios? No, que va, hablan de oídas, no saben lo que pasa, ni el mismo presidente que solamente escucha las historias de policías y no escucha las historias de horror y de terror de las gentes que la viven día con día. Los funcionarios y políticos, banqueros y empresarios no saben de estas cosas, no saben lo que es el hambre, la desocupación, desesperación, aburrimiento, desesperanza, por ello hablan, pero no escuchan, y dicen, pero no actúan… los cambios son por conciencia, no por intereses, como los que proponen ellos para conservar el poder y seguir mamando del mismo…mientras, mueren, cientos más…

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