viernes, 15 de julio de 2016

Girolamo Prigione

Allá por el año de 1980, en la zona de San Ánge,l existía el restaurant King´s Road,  casi esquina con la Calle de Arturo, donde estaban las oficinas alternas de Carlos Salinas de Gortari, es más, desde la parte trasera se llegaba por un jardín a las oficinas de Arturo 2. En ese restaurant pude ser testigo de cuando, en alguna ocasión, llegaba Joaquín Hernández Galicia y Salvador Barragán Camacho y se reunían en aquella oficina del entonces Secretario, era tal la soberbia de los dirigentes petroleros que en un momento dado llegaron al restaurant unos ayudantes de Salvador, “Chava” Barragán, solicitando dos o tres copas de coñac, porque en aquellas oficinas solamente le ofrecían agua y café y él andaba crudo… y ahí, se tuvo una discusión porque no se podía vender licor para consumirse fuera del restaurant, así que, por esa razón, lo pasaron por la parte de atrás.
         EN ESE MISMO RESTAURAT, en alguna ocasión me invitó a comer el entonces dueño quién tenía una extraordinaria relación con Girolamo Prigione, y ahí lo conocí, de platica alegre, lúcido, inteligente, cuidadoso, observador, preguntaba sobre varios temas, pero en el transcurso de la plática comida, un grupo de amigos y algunos compadres fueron llegando al mismo sitio y al verme, cuando menos, me saludaban: “”Que hay compadre, cómo estás” y seguían a sus respectivas mesas, así que curioso, el Nuncio Apostólico, Girolamo Prigione, me preguntó: “Sócrates, cuántos compadres tiene?”, y bueno más o menos le dije que tenía algo así como cincuenta compadres. “Él sorprendido, me dijo: “Pero ese número de compadres es una enorme responsabilidad”, y le contesté: “Efectivamente, es una gran responsabilidad pero también es el camino a muchas soluciones”. Le comenté que el compadrazgo en este país es diferente a los compadrazgos europeos donde el padrino está obligado a mantener una estrecha relación y guía con el ahijado y con la familia, en el caso de México es una forma de tener una especie de parentesco que no obligaba mucho a sostener una guía y relación con el ahijado, sino con los padres, de ahí que la mayor importancia era con el compadre y que de ahí se podían obtener muchas soluciones cuando se tenían problemas o conflictos, porque, entre compadres, la verdad es que se ayudan. Él me dijo que hasta ese momento había comprendido la fuerza del compadrazgo en México
ASÍ FUÍMOS LOGRANDO UNA RELACIÓN IMPORTANTE EN AMISTAD Y AFECTO. Nos reuníamos varias veces al mes y platicábamos de temas de política y de lo que le interesaba, en muchas ocasiones lo llevé en mi carro, dejando el suyo, y él, a un lado, íbamos comentando los temas por las calles de la ciudad. Recuerdo que un día Gonzalo Leaño, quién tenía mucho interés de platicar y mantener una relación con él, me solicitó que lo llevara con él y en el momento que llegamos, él, salía y me dijo que lo lleváramos a su cita y que en el camino platicaríamos. Así que se subió al frente y Gonzalo en la parte de atrás, yo, manejando. Gonzalo es o era muy afecto a traer varios teléfonos y no dejaba de contestar y venía así, yo noté la molestia de Girolamo porque se suponía que quería hablar con él y no irle escuchando hablar por teléfono, así que sin más, le dije: “Gonzalo, deja tus pinches teléfonos y atiende al Nuncio, finalmente, tú, eres el interesado en platicar con él”. Como buen diplomático, Prigione no dijo nada, pero noté su sonrisa diciendo que era lo correcto.
         En una ocasión lo invité a mi departamento en la Condesa porque quería comer barbacoa y aprovechamos para invitar a Pedro Ferriz Santa Cruz y a su esposa Nina, estuvieron también Memo Gayoso, mi compadre Alexis Pola, Juan Pablo Arreola y Andrés Castro, terminada la comida, Nina le preguntó: “¿Monseñor, es cierto que José López Portillo quería que el Papa Juan Pablo le bautizara a sus hijos? Su respuesta nos dejó a todos impactados: ¡Sí, fue una gran pendejada! Imagínese que nosotros le teníamos un gran aprecio al Presidente ya que permitió la primera visita de su Santidad y me envió una carta donde decía que, él era libre pensador y que la señora Montenegro en Ortodoxa y que vivían en unión libre” y ¿cómo le caería al Santo Padre tal propuesta?, pues no, lo negamos.”.
En fin, un hombre del renacimiento, de la nueva época, un diplomático de carrera al que bromeaba yo diciéndole que no sabía si sabía dar misa, y él, riendo, me decía, te voy a invitar a las que doy todos los días con las hermanas en la capilla de la Nunciatura… afable y cariñoso, siempre mantuvimos una extraordinaria relación y hoy, 27 de mayo, me entero que ha muerto en una casa de Reposo en Alejandría… Descanse en Paz nuestro buen amigo.

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