sábado, 22 de agosto de 2015

Sacrificarse por los demás.

HACE ALGUNOS AÑOS me conmovió mucho la historia de  la familia del pintor Albrecht Durer, quién en el siglo XV residía en una pequeña aldea cercana de Nüremberg, él, era parte de la familia compuesta por 18 niños y su padre tenía que trabajar más de 16 horas diarias en la mina de oro y otras tareas. En esas condiciones de pobreza dos de los hijos tenían un sueño. Querían ser pintores y sabían que en las condiciones que estaban no se podrían permitir ese lujo.
         Los dos hermanos platicaban de esos temas y soñaban, así que llegaron a un convenio. Uno de ellos trabajaría en la mina hasta que el otro terminara la carrera de pintor y al terminar, pagaría los estudios del otro. Así que lo jugaron a la suerte: Albrecht Durer ganó y se fue a estudiar a Nüremberg. Albert comenzó a trabajar en la mina y ahí permaneció durante los cuatro años siguientes para sufragar los estudios de su hermano Albrecht, quién desde los primeros días mostró su gran talento, al graduarse, ya había comenzado a ganar buen dinero con la venta de sus obras de arte y regresó a su aldea, donde la familia Durer se reunió en una gran fiesta, y Albercht, tomó la palabra para proponer un brindis por su hermano querido, que se había sacrificado para hacer sus estudios diciendo al final: “Y ahora, Albert, hermano mío, es tu turno, ahora puedes ir tú a Nüremberg a perseguir tus sueños, que yo me haré cargo de ti”.
         El hermano estaba llorando y murmuraba cosas, diciendo: No, no, no…. Al ponerse Albercht a su lado, le secó las lágrimas  y Albert, poniendo su mano suavemente en la mejilla, le dijo suavemente: “No, hermano, no puedo ir a Nüremberg, ya es muy tarde para mí. Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas han hecho a mis manos. Cada hueso de mi mano se ha roto cuando menos una vez, y últimamente la artritis en mi mano derecha ha avanzado tanto, que hasta me costó trabajo levantar la copa durante tu brindis. Sería imposible trabajar con las delicadas líneas el compás o el pergamino y no podría manejar la pluma ni el pincel. No hermano, para mí ya es tarde”…
         Dice la historia que han pasado más de 450 años desde ese día. Hoy, se pueden observar los grabados, oleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albrecht Durer. Pueden verse en los museos del mundo, pero la obra que seguramente más nos ha impactado, es la que realizó para rendir homenaje a su hermano Albert, Albrecht Durer dibujó las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo. Llamó a esa obra maravillosa simplemente “Manos”, pero el mundo entero abrió de inmediato su corazón y le cambió el nombre a la obra por el de “Manos que oran”…

         Esta historia nos debe hacer recordar que nadie triunfa solo, que todos necesitamos de todos, de su cariño, amor comprensión, afecto apoyo, solidaridad, que eso se recibe primeramente de la familia, de los hermanos que deben tener una sólida fuerza de cariño y de sacrificio y que, tal como Albrecht, reconozcan el sacrificio que los demás hacen para que podamos estar en lo que realmente queremos. Muchos de nosotros no podemos pintar, no tenemos ese don y por supuesto que sabemos que tenemos otras muchas maneras de ser solidarios y de mostrar el agradecimiento por todo lo valioso que hemos recibido de los demás, de nuestros padres, de nuestros hermanos, de los amigos, de la gente sencilla que nos saluda con una sonrisa o nos reconoce por lo que hacemos y lo comenta para alagarnos y mostrar su admiración, en fin, gracias en verdad a todos los que han contribuido para que podamos ser alguien en este mundo, donde podemos mostrar lo que llevamos, lo que debemos, lo que tenemos que dar. Muchas almas y gentes contribuyen para que tengamos la posibilidad de cumplir nuestros sueños, por esa razón, cuando vemos la ingratitud de los políticos que creen que todo se lo deben y que en vez de apoyar las causas de los más débiles y necesitados se mezclan con los ricos que les utilizan para saquear los fondos y recursos públicos, para hacer sus negocios utilizando los fondos públicos en sus negocios privados, cuando los vemos sumidos en las corruptelas y las complicidades, solamente podemos maldecirles y pensar en que, todo esto, debe de cambiar para el bien de todos, no para el saqueo y enriquecimiento de unos cuántos. Yo me pregunto si alguna vez habrán tenido la fortuna de observar la obra de Albrecht: “Manos que oran” y seguramente pasaron insensiblemente ante ella pensando que era una más de todas, cuando en su historia hay todo un mundo de sacrificio y de bondad, de apoyo y solidaridad que permitió dar  un gran artista al mundo, a pesar del sacrificio brutal al que se tuvo que someter el hermano Albert. Pero en fin, no queremos que los políticos piensen que somos sensibleros, solamente les demandamos que volteen a su propia vida y que vean que si han llegado a los puestos en que hoy pueden enriquecerse y ser brutales contra los demás, tuvieron que tener la solidaridad y el afecto de muchos, que al no ver ese resultado positivo para todos, seguramente, no solo están desilusionados, sino también los detestan y maldicen… pero allá ellos, ellos sabrán en qué lado deben estar, cuando menos, en mi caso, estamos del lado de los INDIGNADOS.

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