Iniciamos las Festividades de Pascua, la realidad es
que debemos pensar en que son momentos para meditar y para entender lo que
significan los cambios y los tiempos. Los actuales, son tiempos difíciles para
muchos o millones de mexicanos y seres en el mundo, todos nos lamentamos sobre
la situación económica, despotricamos contra los bancos y banqueros, contra los
políticos chapuceros y rateros, contra los funcionarios ineficientes, contra
los policías represores, contra los malos o pésimos profesionistas que
solamente pretenden “llevar agua a su molino” y estafarnos en las consultas, en
fin, para quejarnos hay muchos pretextos y condiciones reales, pero hay días en
que debemos de pensar en qué podemos hacer por nosotros y por los demás, cuándo
debemos tener misericordia, cuándo debemos saber entregar lo que tenemos porque
el dar es mejor que el recibir, tenemos que actuar en vez de quejarnos, en fin,
así como existen muchas situaciones reales por las cuales quejarse, en la misma
proporción hay muchas cosas pequeñas e insignificantes que cambian la vida de
muchos, solamente porque sabemos entender los tiempos y saber que la
solidaridad y el amor, el afecto, la emoción, también logran cambiar muchas situaciones
difíciles, una simple sonrisa cambia el día para todos.
Mi buen
amigo, Winston de Pauta, que siempre nos sorprende con las Nuevas Historias, me
envió l siguiente que me hizo reflexionar sobre el tema de la buena caridad y
de sus recompensas, claro que hay que hacer la caridad sin pensar en que vamos
a recibir recompensas o beneficios, entonces, ya no sería caridad, sería
interés y ambición y, en esto, no caben las madias tintas ni las deformaciones,
o se da por dar o se deja que las cosas sucedan para continuar quejándonos: “Una
fría tarde de invierno se encontraba Víctor, un hombre que había perdido el
empleo hacía meses y había tenido que recurrir a la mendicidad para sobrevivir,
en las cercanías de un restaurant de
lujo cuando observó que un hombre y su esposa entraban al sitio. Víctor le
pidió al hombre unas monedas para poder comprar algo para comer. El hombre le
dijo que lo sentía pero que no tenía cambio. La mujer, que escuchó la
conversación preguntó: -“¿Qué quería ese pobre hombre?”.
“”—Dinero
para una comida. Dijo que tenía hambre. Respondió el marido”. La mujer le
contestó: “Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos
y dejar a un hombre hambriento afuera”.
“—Hoy en
día, ante la desocupación enorme, hay un mendigo en cada esquina. Seguro que
necesita el dinero para beber”. La mujer le dijo: “Yo tengo un poco de dinero
en cambio. Le daré algo”.
“Aunque Víctor
estaba de espaldas a ellos escuchó lo que dijeron. Avergonzado quería alejarse
corriendo de ahí, pero en ese momento oyó la amable voz de la mujer que le
decía: “Aquí tiene un poco de dinero. Consígase algo de comer. La situación
está difícil, no pierda la esperanza. En alguna parte hay un empleo para usted.
Espero que pronto lo encuentre”.
“¡Muchas
gracias! Señora. Me ha dado usted ocasión de comenzar de nuevo y me ha ayudado
a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su gentileza”. La señora, le respondió: “Estará
usted comiendo “El Pan de Cristo”. Compártalo, dijo ella, con una voz cálida y
una sonrisa grande, dirigida mas bien a un hombre que a un mendigo”. Víctor
asintió, como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo, y encontró un
lugar barato donde comer. Gastó la mitad de lo que la señora le había dado y
resolvió guardar lo que le sobraba para otro día, comería el pan de Cristo. Una
vez más, aquella descarga y el recuerdo le recorrió por su interior: “El Pan de
Cristo”. Un momento, pensó. No puedo guardar el pan de Cristo solamente para mi
mismo. Al pensar en ello descubrió a otro pobre hombre que caminaba buscando
algo que comer, el anciano, se veía cansado y enfermo. Así que Víctor le dijo: “Oiga, le gustaría entrar y comer
una buena comida?”
“El
anciano aceptó y agradecido, casi al terminar, explicaba que guardaría algo de
pan y de alimentos para compartirlo con un jovencito que también estaba en
malas condiciones y que él veía con afecto y amor. Compartiría el Pan de Cristo
con él. Víctor acompaño al anciano hasta encontrar a un jovencito que
acompañado por un perro, suspiraban con hambre. El anciano le dio lo que le
traía y el niño agradecido y contento comía con voracidad, dejando un poco de
pan y de alimento para el perro que le acompañaba. Al terminar, con alegría,
comenzó nuevamente a vocear sus diarios y a venderles para ganar unas monedas”.
“Al
despedirse del anciano, Víctor, se sentía mucho mejor. El viejo le agradeció el
compartir el pan de Cristo y le dijo que no desesperara porque en algún lugar
encontraría un nuevo empleo. Así comenzó a caminar y al darse vuelta, se encontró
con el perro que traía el niño y le hacía gracias, él se acercó a acariciarle y
encontró una medalla donde se daba el nombre del perro y la dirección del
dueño. Víctor pensó que el perro estaría perdido y caminó con él una gran
distancia hasta encontrar la casa del dueño. Al tocar en ella, salió el dueño y
feliz de ver a su perro, también veía con simpatía a Víctor y le preguntó que si
venía por la recompensa que él había publicado en el diario. Víctor le dijo que
no sabía de tal recompensa y que no leía los diarios porque no tenía ni dinero
ni empleo y que había traído al perro con alegría porque era un buen animal que
seguramente extrañaría a sus dueños y los dueños a este, lo hizo por afecto y
solidaridad, nada más. No quería el dinero. El dueño del perro se quedo
pensando y le dijo: Espero que si no quiere dinero, cuando menos acepte trabajar en mi empresa donde necesito
gentes con este ánimo, afecto y entrega a los demás.”
“Víctor
aceptó y al retornar caminando hacia su lugar donde vivía, recordaba aquel
himno de la Iglesia que decía: “Parte el Pan de Vida. No os canséis de dar,
pero no deis las sobras. Dad hasta sentirlo, hasta que duela. Que el Señor nos
conceda la gracia de tomar nuestra cruz y seguirlo aunque duela”… y,
seguramente, al ver lo que sucede en el país y en el mundo, sabremos que es importante
el dar y el apoyar a los que lo necesitan, a los que todo necesitan, porque hay
millones con hambre y sed de justicia. Si entendemos la solidaridad como un
acto de amor y no solamente como una postura política o religiosa, podremos, en
vez de quejarnos y lamentarnos, actuar para el bien de todos y para mejorar en
lo que podamos lo que se debe mejorar, dar, sin esperar, solamente por el
placer de ser solidario y por el encanto de vivir la vida con la alegría del
ser y del crecer…en fin, felices Pascuas, que hay tiempo para todo, incluso
para uno mismo, no lo olvidemos, cuando entremos a orar y meditar…sin olvidar
que estamos muy viejos para perder a un amigo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario