jueves, 18 de abril de 2013

Apariencias que engañan

La experiencia nos ha enseñado que a todos los seres humanos debemos tratarles por igual, nada cuesta el hacerlo y no se puede juzgar a las personas por lo que visten, portan o cargan, tal como lo hacemos la mayoría de la gente; vemos lo de fuera y no vemos el gran valor interno que tienen muchas gentes. Mi  amigo Juan Pablo que bondadosamente me hace llegar muchas reflexiones, me envió la siguiente que es cierta y nos hace reflexionar sobre lo que decimos, no con un sentido de oportunidad ni de interés, sino por el simple sentido humano que debemos tener con esa experiencia.:

         “una mujer, con un vestido de algodón barato y su esposo vestido con un humilde traje, se bajaron del tren en Boston, y caminaron tímidamente sin tener cita a la oficina de la secretaria del presidente de la Universidad de Harvard.”

         “La secretaria adivinó que esos venidos de los bosques, campesinos, no tenían nada que hacer en Harvard.

         “Desearíamos ver al presidente” –dijo suavemente el hombre”. La secretaria contestó: “Él está ocupado”. “Esperaremos”, replicó la mujer

         “Por horas la secretaria los ignoró, esperando que la pareja finalmente se desanimara y se fuera. Ellos no lo hicieron, y la secretaria vio aumentar su frustración y finalmente decidió interrumpir al presidente, aunque era algo que ella esquivaba. Y le dijo: “Tal vez si usted conversa con ellos por unos minutos se irán”. Él hizo una mueca de desagrado, finalmente aceptó”.

         “Alguien de su importancia obviamente no tenía el tiempo para ocuparse de gente con vestidos y trajes baratos. Sin embargo, el presidente, con el seño adusto, se dirigió con paso arrogante hacia la pareja”.

         “La mujer le dijo: Tuvimos a un hijo que asistió a Harvard por sólo un año. Él amaba a Harvard, era feliz aquí. Pero hará un año, murió en un accidente. MI esposo y yo deseamos levantar algo, en alguna parte del campus, que sea en memoria de nuestro hijo”.

         “El presidente no se interesó y ásperamente contestó: “Señora, no podemos poner una estatua para cada persona que asista a Harvard y fallezca. Si lo hiciéramos, este lugar parecería un cementerio”.

         “La mujer explicó rápidamente: “No deseamos erigir una estatua. Pensamos que nos gustaría donar un edificio a Harvard”.

         “El presidente entornó sus ojos, echó una mirada al vestido y al traje barato de la pareja, y entonces exclamó: “Un edificio. ¿Tiene alguna remota idea de cuánto cuesta un edificio? Hemos gastado más de siete millones y medio de dólares en los edificios aquí en Harvard”.

         “Por un momento la mujer quedó en silencio.”

         “El presidente estaba feliz. Tal vez se podría deshacer de ellos ahora”.

“La mujer se volvió a su esposo y dijo suavemente: “Tan poco cuesta iniciar una universidad? ¿Por qué no iniciamos la nuestra?”

“Su esposo asintió”.

         “El rostro del presidente se oscureció en confusión y desconcierto”.

         “El Sr. Leland Stanford y su esposa se pararon y se fueron, viajaron a Palo Alto, California, donde establecieron la universidad que lleva su nombre, la Universidad de Stanford, en memoria de su hijo del que Harvard  no se interesó”.

         “La Universidad, “Leiland Stanford Junior” fue inaugurada en 1891, en Palo Alto. “Junior” porque era en honor al fallecido hijo del rico terrateniente. “Ese fue  su memorial”.

         “Hoy en día la Universidad de Stanford es la número uno del mundo, por arriba de Harvard”

         “¡Qué fácil es juzgar por apariencias…! Cuando tratamos con hipocresía o como a cualquier cosa a alguien en la calle, la casa o el trabajo, al portero, al del aseo, porque nos consideramos dizque “superiores”… Superiores de nada. A veces el que más aparenta pulcritud es el más sucio e indigno. ¡Qué fácil es equivocarse cuando se juzga por las apariencias!”

         Y bueno, tal vez, seguramente por esa misma actitud intolerante y degenerada es que Felipe Calderón, escogió para refugiarse esa Universidad que, hoy en día ,no se le llama Universidad de Harvard, sino de “Herford”,… por aquello de los bueyes….que llegan a refugiarse.

         Y bueno, es tal la lección que esto nos deja que debemos de reflexionar sobre la importancia que tiene el buen trato y el saber antes que nada que el hombre y la mujer valen por lo que son, no por lo que visten o de la forma en que se visten. En este país, los políticos, funcionarios, burócratas, policías, empresarios, especuladores financieros y banqueros se dejan guiar por las apariencias y hemos visto como, hasta los humildes taxistas, cuando ven a un pobre indio que con miedo cruza la calle cargando sus mercancías en vez de apoyarle y ayudarle, le gritan: ¡Yope!. Una forma de discriminación y de insulto y esto, lo hacen con la impunidad y la complacencia de muchos que, al verlo o escucharlo, se quedan callados y no reclaman o defienden a los ofendidos, porque no se quieren comprometer en conflictos o bien, porque con su silencia son cómplices de esos brutos que tanto dañan al país.

         Esta es la forma en que juzgan los burócratas cuando una gente humilde va a solicitar algún trámite y esto lo hacen, porque ellos saben que, con un pobre, poco es lo que podrán obtener cuando hagan efectivo su nivel de corrupción y de complicidades que mantienen en el sector público o en el privado; porque esa forma de comportamiento es la misma que exhiben los profesores que en vez de enseñar se la pasan siendo manipulados por dirigentes corruptos, mediocres y manipuladores, tal como lo hacen las propias autoridades que, con su mal ejemplo, destruyen a la sociedad mexicana o, cuando menos, a muchos estados, donde los gobernantes son títeres de los grupos de poder o son cómplices de ellos porque su misión no es servir a los ciudadanos, sino el de servirse de los demás, robar, engañar y pasarla conchudamente, gracias al esfuerzo de todos y de los fondos públicos que roban y mal gastan.

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