martes, 9 de noviembre de 2010

De maestros y de rateros

Lo que les contaré es una historia real. Hace algunas semanas comprando algunos medicamentos en una de las farmacias de la Ciudad de Oaxaca, pude observar a un viejo maestro de escuela que estaba vestido con traje, un traje pasado de moda, relumbrón de tantas planchadas, medio descocido de algunas partes, los zapatos viejos y arrugados como arrugada era su piel, bien pintados, su corbata pasada de moda, ancha como anchos fueron sus caminos de conocimiento, se veían sus ojos cansados y desesperados, observaba los medicamentos que tenía en la mano, se tocaba los bolsillos secos como su alma como queriendo que se produjera un milagro y salieran algunos pesos de más para poder adquirirlos. Veía un momento para dentro de la farmacia y otro para la calle, como que pensaba que de un momento al otro el empleado se descuidaría y podría correr con los medicamentos en la mano. Ahí, tuve mi corazonada: no tenía dinero suficiente para comprar los medicamentos y pensaba robarlos y correr con ellos. Inútil sería esto porque la calle estaba llena de gente y sus pies cansados no darían la fuerza suficiente para lograr sus objetivos. Me acerqué a él y pedí que me diera los medicamentos, temblorosas sus manos obedecieron y vi que el precio no era gran cantidad para mí, así que solicité que me los cobraran en mi cuenta.

El viejo maestro, sencillo, tenía en los ojos lágrimas y le temblaba el mentón. Callado parecía no entender que se había logrado algún extraño milagro. Al salir le entregué los medicamentos y soltó el llanto: “Gracias, me dijo con voz apagada. No me alcanzaba el dinero y pensaba en cómo podría adquirirlos. No son para mí, son para llevar un poco de alivio a mi señora. Me ha acompañado por muchos años, también es o fue maestra. No nos alcanzan las pensiones para vivir, nuestros hijos no tienen empleo tampoco, unos, no sabemos de ellos, desde hace años están en los Estados Unidos. Sí, pensaba robarlos, sería mi primer robo de alguna cosa que no me pertenece. Gracias, muchas gracias” y se fue arrastrando sus pies cansados y llorando sus penas y amarguras. Ahí quedé un buen rato, no sabía qué hacer. Recordaba a mis padres, también maestros, honestos, leales a su patria y a su profesión y me llené de penas y de angustias, de recuerdos, de los días malos y miserables que tuvimos que pasar mientras ellos daban sus enseñanzas a cientos de alumnos por años de vida para que, al final, no tuvieran nada más que satisfacciones de haber enseñado la historia y las letras a muchos niños hambrientos de conocimientos con estómagos vacíos. Y reflexionaba, como es la vida, había tenido la oportunidad de ver a un viejo y cansado maestro, lleno de arrugas, de penas y miserias pensar en cometer un robo para llevar alivio a su compañera, su primer robo, mientras, por ejemplo, el secretario de finanzas del gobierno de Ulises Ruíz, habría cometido muchos robos, ya que no puede justificar, ante las autoridades fiscales y de la Procuraduría más de mil millones de pesos, ocultos en cuentas bancarias a nombre de su hermana, un sobrino y una trabajadora doméstica a la que seguramente engañaron para poner cuentas millonarias a su nombre…

Por ello, cuando vemos que la función pública y la política se utilizan para hacer el negocio, cometer tropelías, robos, enriquecimientos ilícitos, que está llena de impunidad por “fallas de la ley” o por arreglos entre los hombres del poder, tenemos que pensar que las cosas deben de cambiar. No es justo que en gobiernos deshonestos, mediocres, se tengan en la impunidad y sin investigación muchos casos de robos descarados, de enriquecimientos de funcionarios que de un día al otro, de ser gatos de angora y cargar maletas, hoy, sean funcionarios que gozan de impunidad gracias a las transas de la política y al dinero que les ha enriquecido y compran impunidad y nuevos puestos. Mientras miles de viejos y cansados maestros no tienen para comer, para pagar sus viviendas, para vestir con dignidad, para comprar medicamentos que les son negados por las burocracias y las mediocridades de los servicios de salud… por ello, muchos, piensan que el camino de los robos, de la delincuencia deja más que el camino del trabajo honesto y creador. Así miles de jóvenes se pierden en la delincuencia o… dicen, en la política… que es la delincuencia oficial y organizada. Por ello creen que es mejor hacer Carrera de policía que puede robar con impunidad a estudiar una profesión que les dejará miserias y tragedias…así perdemos a los jóvenes, pero también perdemos a muchos viejos y cansados maestros que dejaron su vida en las aulas tratando de dar consejos y contando historias patrias…

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